Libertad. Una de las palabras más poderosas jamás creadas. Su significante es un valor democrático innegable que alcanza mayor trascendencia también desde su oposición: la sumisión. En la historia humana, la libertad de expresión ha sido uno de los derechos individuales y colectivos más ultrajados a raíz de las distintas luchas por el ejercicio del poder. Y el poder en la comunicación habita en la palabra. Desde la oralidad hasta la virtualidad, la palabra es objeto de conquistas –violentas o pacíficas- precisamente porque su función permite comprender –y dominar- la cultura de la sociedad.
En estos tiempos, Twitter se ha impuesto como una de esas vías de conquista donde el poder y la palabra supieron edificar un
espacio de intercambio cultural dominante
a partir de un instrumento tecnológico. A pesar de su cuestionable autopromoción
libertaria, esta red social logró ubicarse en la comunidad universal como uno de los
mecanismos discursivos más influyentes. La prédica
cotidiana pasa por Twitter: los principales temas de dominio público se dirimen
allí y “reflejan el estado anímico de la sociedad”(1).
Aferrándonos a este concepto de Jose Van Dijck(2) nos preguntamos: ¿de qué
sociedad hablamos y quiénes la integran?
Previo a introducirnos en la organización
social de Twitter deberíamos reconocer al discurso
público en cuestión, esto es, el elemento locuaz de la plataforma de los
280 caracteres.
Desde el origen de las civilizaciones, el discurso público atravesó
diversos territorios expresivos conforme al lenguaje comunicacional imperante, al medio dominante y
al ordenamiento político-social de cada época: pasamos de la aldea a los foros y plazas como sitios del debate de las ideas; asistimos a entidades religiosas y feudos medievales para discernir el mandato político; nos resguardamos en las ciudades modernas
para afianzar la disertación institucional; desarrollamos un clímax mediático en la era de los mass media; y habitamos -hoy en día- en zonas de acción virtuales que han afectado las prácticas sociales, recientemente aceleradas durante la reciente pandemia, producto del aislamiento social promocionado y forzado por los gobiernos del mundo. En palabras de Gilles Deleuze: “hemos
pasado de un animal a otro, del topo a la serpiente; tanto el régimen en el que
vivimos como […] en nuestras relaciones con los demás”.
Twitter fue acaparando la disertación
popular a raíz de una “doble dimensión de
relaciones sociales”(3):
la estructural, relativa al formato técnico-arquitectónico
y al posicionamiento de sus agentes, y la vincular, concerniente a la interacción
o hábitos de los usuarios. De esa reciprocidad se concibieron los temas de
dominio público que se apuntaron en la sección tendencias. Así, las preferencias se adueñaron del terreno,
instalando discursos exteriorizados por los millones de hilos de perorata
tuittera y redistribuyendo circuitos informacionales hacia otros medios. En poco tiempo, el tabloide del siglo XXI se transformó en una referencia mediática global trascendental, lo que motivó al magnate Elon Musk a pulsar por su adquisición.
Habiendo definido el discurso público, ahora sí descubriremos la estructura social de
Twitter. Para ello, requerimos identificar la existencia de una sociedad de la información(4), es decir, aquella que navega en las redes y está constituida por agentes múltiples con niveles socioeconómicos y culturales predeterminados; el hábitus(5) según Pierre Bourdieu. En estos entornos, las relaciones sociales, las manifestaciones culturales
y la productividad se dirimen en un campus
delimitado “por la estructura de la
distribución del capital”(6),
donde los agentes pondrán en juego sus intereses,
apelando a esa riqueza tácita que está formalizada en cifras(7).
Cifras. Datos. Guarismos. Elementos producidos por la intercomunicación y por la creación de contenidos que fueron arrastrando a la plataforma al cambio de escala inevitable, abandonando su halo libertario inicial para introducirse en el denominado “modelo informacional de producción”(8). ¿De qué se trata? Voy a necesitar del "Marx científico" para explicarlo mejor, aunque para muchos sea una cita irascible...
En el ámbito de la
producción liberalista, los datos y la información “constituyen tanto la materia prima como el producto terminado”(9).
Pero lo más llamativo –y preocupante- es que el internauta ofrece su fuerza de trabajo(10) sin obtener algo a cambio y, para colmo, los datos fabricados pertenecen
únicamente a Twitter; el gran capitalista de los datos. Esta mutación en el
paradigma relacional y productivo, establecido sobre la base de vínculos
irreales o implícitos, configuró en Twitter una organización social que está
representada –básicamente- en dos clases: los burgue-influencers(11) –actores preferenciales y socios mercantiles de la plataforma- y el proletariado esclavizado de la interacción(12) o –en definitiva- la gran masa de trabajadores gratuitos del ciberespacio.
En primer lugar, los burge-influencers ocupan un sector minoritario en la cúpula de la
pirámide y están motivados por intereses variados
y sincrónicos: a) los comerciales,
pertenecientes a los negocios del campo virtual y a las publicidades de las
empresas, y b) los imperativos, evidenciados en el ejercicio de la autoridad que ostentan sobre su capital social, apreciado en el número
de seguidores, y cuyos recursos representan “una
red durable de relaciones”(13).
El burgue-influencer precisa trascender a través de su patrimonio social
para empoderarse a partir de un entramado de relaciones cuantitativas y obtener así resultados de igual signo. Sin embargo,
entre sus retribuciones, vive esa idea de superioridad
alimentada por Twitter para tratar de imponer
un determinado discurso.
En tanto, debajo de aquella cúpula de
personalidades populares y celebridades corporativas emerge la plebe; una
gran masa de operadores hiper-conectados que participan de los temas del
momento, replicando interacciones hasta la eternidad y fabricando datos a
cambio de nada. Este proletariado
esclavizado de la interacción está subordinado a un entorno que solo lo
reconoce como un algoritmo: un dígito oculto en el anonimato de la inmensidad
de la red. Esto se debe –en parte- a la ausencia de territorialidad física: una nueva especie de expropiación, donde “el régimen capitalista informacional”(14) explota la mano de obra que la clase sometida le ofrece y que
será la que termine consumiendo el producto que él mismo
fabricó gratuitamente.
Esa supuesta "gratuidad" de navegación, interacción y fabricación de datos es la que mantiene "ocupados" a los productores, hipnotizándolos y haciéndoles creer que ese espacio informacional es totalmente libre. Por ello, en las relaciones entre los burgue-influencers y el proletariado esclavizado de la interacción
se evidencian contradicciones. Por un lado, existe una especie de pacto social de no agresión para extraer
el valor y generar superproducción(15) con el almacenamiento de datos e información. Esto es invisible para el esclavo
que surfea(16) en la red destinando su tiempo a la producción. Pero nada es casual: además de “mantener la ilusión que el
capitalismo promueve la libertad y no la coerción”(17),
el tratado beneficia la estrategia acumulativa, imponiendo un régimen de doble
efecto. Es decir, intensivo hacia la dominación
y extensivo con el fin de “aumentar el tamaño de la población”(18).
En el caso de Twitter, para elevar la cantidad de seguidores. Es aquí donde las
luchas de clase se manifiestan mediante las relaciones de fuerza y de
dominación, teniendo en cuenta que persiguen distintos intereses, ya sea en la
búsqueda de información, en la monetización y en la (auto) promoción o en la instalación del discurso.
Teniendo en cuenta que el caudal social se
define por su función, deberíamos empezar a reflexionar que el mismo está
atravesando un proceso crítico de desdoblamiento,
donde una parte aún se mantiene dentro del orden físico real, mientras otra
migra hacia el campo virtual. Esto
implica que la vida asociativa
estaría reconfigurándose por las prácticas mediatizadas, confinando a los
actores sociales a un panoptismo(19) de redes.
Los diversos debates y las réplicas
personalizadas forman un canal de opiniones plurales que hacen creer que predomina cierta
independencia. No obstante, el supuesto carácter democrático del discurso público está encerrado en un laberinto del
que ya no podrá escapar porque su crecimiento lo fue acercando al capitalismo de concentración(20).
Un sistema de control cada vez más alejado de la libertad de expresión, donde
la materia prima del mundo social –el lenguaje- corre cierto peligro.
En el caso de Twitter, su funcionamiento
informacional lo catapultó hasta convertirse en un “termómetro social”(21) y los científicos(22) se atreven a recurrir a este espacio social para experimentar aquellos comportamientos. Así, el
análisis comprensivista(23) de las interacciones sociales permite distinguir la reciprocidad que hay entre
lo que dice la herramienta y la relevancia que los usuarios le confieren a las
tendencias; pero esa correspondencia es incapaz de reconocer qué influyó
primero: si los usuarios a la plataforma o el medio al público.
SF
Referencias
[1] Jose
Van Dijck (2016).
[2] La
revista Opzij en 2016 nombró a van Dijck como la mujer holandesa más
influyente.
[3] Alicia
Gutiérrez (2005).
[4] Concepto
de Javier Echeverría en “Democracia y sociedad de la información en Espacios
del saber”. 2002. Ed. Paidós, Argentina.
[5] Término
de Pierre Bourdieu citado en “Las prácticas sociales: Una introducción a
Pierre Bourdieu”. 2005.
[6] Término
de Pierre Bourdieu citado en “Las prácticas sociales: Una introducción a
Pierre Bourdieu”. 2005.
[7] Expresión
de Gilles Deleuze en “Post-scriptum sobre las sociedades de control”,
2006.
[8] Manuel
Castells (1995).
[9] Manuel
Castells (1995).
[10] Concepto de Karl Marx en “El capital.
Crítica de la economía política. Cap. I: La Mercancía”, 1977.
[11] Redefinición adaptada por el autor, a partir
de la teoría de clases de Karl Marx en “El capital. Crítica de la economía
política. Cap. XXIV: La acumulación originaria”, 1977.
[12] Redefinición adaptada por el autor, desde los
conceptos de la acumulación del trabajo de Silvia Federici en “Calibán y la
bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria”, 2004.
[13] Término de Pierre Bourdieu citado en “Las
prácticas sociales: Una introducción a Pierre Bourdieu”. 2005.
[14] Manuel Castells (1995).
[15] Especificación de Gilles Deleuze en “Post-scriptum
sobre las sociedades de control”, 2006.
[16] Término de Gilles Deleuze en “Post-scriptum
sobre las sociedades de control”, 2006.
[17] Silvia Federici (2004).
[18] Silvia Federici (2004).
[19] Concepto de Michael Foucault.
[20] Expresión de Gilles Deleuze en “Post-scriptum
sobre las sociedades de control”, 2006.
[21] Jose Van Dijck (2016).
[22] Datos tomados de ElDiario.es (Analía Plaza,
05/11/2014) https://bit.ly/3285XBX
[23] Max Weber consideraba al método
comprensivo como instrumento válido para el estudio de los hechos sociales en “Economía
y sociedad. Esbozo de sociología comprensiva”, 1964.
Bibliografía
-Castells, Manuel (1995). La ciudad
informacional: tecnologías de la información, reestructuración económica y el
proceso urbano-regional. Alianza Editorial, España.
-Deleuze, Gilles (2006). Post-scriptum
sobre las sociedades de control. Polis (v.5, n.13): Revista
Latinoamericana, Chile.
-Federici, Silvia (2004). Calibán y la
bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Traficantes de sueños
editores, España.
-Gutiérrez, Alicia B. (2005). Las prácticas
sociales: Una introducción a Pierre Bourdieu. Ferreyra Editor, Argentina.
-Marx, Karl (1977). El capital. Crítica de
la economía política. Capítulos I y XXIV. Akal, España.
-van Dijck, José (2016). La cultura de la
conectividad: una historia crítica de las redes sociales. Siglo XXI
Editores, Argentina.
-Weber, Max (1964). Economía y sociedad.
Esbozo de sociología comprensiva, trad. J. Medina Echavarría, ed. J.
Winckelmann. FCE, México.