El 2020 en China es
el año de la rata. Este fugaz roedor es asociado comúnmente a las pestes y a
las barbaries, pero no todos saben que además simboliza riqueza e inteligencia.
La propagación arrasadora del COVID-19 obligó a la Organización Mundial de la
Salud a declararlo pandemia y los gobiernos tomaron medidas drásticas
que paralizaron la actividad
económica del mundo y entumecieron los hábitos de la población. El cierre total
de fronteras y la interrupción de las vías
de comunicación colocaron al globo en una situación tan vulnerable como los
efectos de la propia enfermedad.
Para tratar de comprender
cómo el coronavirus germinó desde un "comercio" chino -o un laboratorio, agrego- para sitiar al planeta
entero propongo hacerlo desde la Ecología
de los Medios. Esta teoría o “filosofía mediática” considera que los medios
de comunicación son extensiones del
cuerpo humano y –a su vez- entiende que la interacción con esas herramientas
crea ambientes o entornos sensoriales que
alteran nuestras conductas. Así como el alfabeto, la imprenta y la
computadora, los instrumentos de locomoción
también funcionan a modo de prolongaciones
corporales que promueven la evolución cultural de las civilizaciones.
Desde que se tienen
registros, la propagación de las epidemias estuvo estrechamente vinculada al progreso
tecnológico, siendo determinantes los factores tiempo y espacio. Históricamente,
las enfermedades más impactantes han conquistado vastos territorios, irrumpiendo
lenta o rápidamente, conforme la tecnología
dominante de cada era. Pero la invención de la rueda -en el siglo V a. c.- cambió
el paradigma de la movilidad terrestre
al desplazar el paso humano con un elemento
extra corpóreo.
El fin del
feudalismo y la Revolución Industrial -imprenta mediante- posibilitaron la aglomeración de las poblaciones en las ciudades emergentes del siglo XVIII. Hasta
ese momento, la expansión de las endemias era un proceso que duraba años,
producto de los primitivos traslados terrestres y los interminables viajes
embarcados. En el caso de la denominada “peste negra” o “bubónica” -que sacudió al universo
conocido del siglo XIV y eliminó a un tercio de los habitantes europeos[1]- tardó
casi doce meses en atravesar el continente asiático.
Sin embargo, la brutal mortandad
estipuló cambios en el sistema
productivo, en la estructura social, en la conciencia sanitaria y en la forma
de ver el mundo: en principio, la carencia de servidumbre obligó a los señores feudales
a contratar mano de obra
–algo inusual en aquella época- y, a
continuación, emergieron las nuevas ideas del Renacimiento que, entre otras
cosas, darían lugar al avance mecánico
para la agricultura industrializada[2]. En consecuencia, las pandemias más devastadoras han modificado costumbres y –muchas de ellas-
valieron para “reducir el caos urbano y contrarrestar el contagio”[3].
En diciembre de 2019, los primeros casos del COVID-19 fueron
descubiertos cerca de la feria mayorista de mariscos de Huanan, ubicada en la
imponente ciudad de Wuhan. Allí se cree que mutó el brote originario del virus
-conocido como SARS-CoV-, detectado en alguna especie de murciélago[4]. Sin adentrarnos en esta teoría todavía incierta, aquel mercado es gigantesco: ocupa 50.000 metros cuadrados y cuenta con más de mil
puestos de venta de comida exótica. Localizado en el medio de la urbe, lo rodean cientos
de edificios residenciales y otros tantos para uso comercial. Hace unas
semanas, los medios de comunicación extranjeros denunciaron que el lugar
apestaba por las condiciones "insalubres", donde coexistían animales
vivos y muertos a centímetros de distancia[5].
Wuhan es el núcleo político, económico y cultural de la
región central del país[6]. Precisamente, en la “Chicago China”[7] florece un polo de tránsito
descomunal, con decenas de nuevas líneas de ferrocarriles y subterráneos y de amplias
autopistas que enlazan a la nación entera. A la par, su aeropuerto internacional
acarrea anualmente cerca de 15 millones de personas y despliega vuelos directos
con Estados Unidos, Gran Bretaña, Turquía, Italia, Francia, Rusia, Emiratos
Árabes, Corea del Sur, Australia, Japón, España -con conexión-, y todos los
destinos del sureste asiático[8].
Simultáneamente, el
componente cultural también aportó su cuota de peligro para agudizar el escenario: los festejos por el año nuevo, tanto el occidental (2020) como el chino (4718); dos acontecimientos multitudinarios que comenzaron a fines de diciembre y concluyeron a principios de febrero. La gran
cantidad de ciudadanos que viajaron desde diversas ciudades de la tierra para
las celebraciones –sumados a los que migraron internamente- ya habían servido de
transmisores durante los preparativos. Un claro ejemplo fue la realización de
un banquete para 40.000 familias -autorizado por el ayuntamiento- cuando China
aún no había reconocido la infección entre individuos[9]. No obstante, las demás suspensiones no ayudaron a detener la propagación.
![]() |
Google Maps: mercado de Huanan, rodeado de estaciones de trenes y metro |
El dato significativo
y relativo al transporte en Wuhan –donde se descubrió el coronavirus- son sus
nuevas líneas de subterráneos, construidas en solo 15 veranos para conectar los
tres distritos mayoritarios de la zona[10]. Esta obra colosal se inauguró en 2019, facilitando el movimiento
doméstico de sus 11 millones de habitantes, entre ellos, los portadores del
COVID-19. El mercado de Huanan está rodeado de estaciones de metro y ferrocarriles, arterias de redistribución elementales para la dispersión.
Definitivamente, la
velocidad de esparcimiento del nuevo virus está directamente encadenada con las
experiencias vivenciadas en el mundo
de hoy: durante 2019 se registró la mayor cantidad de vuelos diarios en la
historia de la aviación, sobrepasando los 230.000 recorridos en un día[11]
y duplicando el tráfico aéreo de hace apenas cinco años. Justamente, la
migración universal y el auge del turismo transnacional –sumados a las
nacientes actividades económicas y comerciales del milenio- son el resultado de
una implosión cultural de los viajes aéreos a gran escala.
El hacinamiento y el tránsito
masivo posibilitaron que el virus se expanda por toda la región central y sureste
de China. La siguiente fase de “exportación” de la gripe mortal obedece al contexto cosmopolita e híper-conectado que nos gobierna y que fuera presagiado
-hace medio siglo- por el “padre” de la Ecología
de los Medios, el profesor Marshall McLuhan. El canadiense vaticinó en su Aldea Global[12] cómo la humanidad retornaría a los comportamientos tribales gracias a la conectividad instantánea establecida con los aparatos
electrónicos, rompiendo las barreras temporales y espaciales que nos
fraccionaron durante siglos.
De esta manera, el
coronavirus fue aferrándose a los canales
de transmisión que la actual era eléctrico-digital globalizada le ha ido
ofreciendo con las vertiginosas
herramientas que creamos. En ese sentido, y ante el surgimiento de un virus desconocido, el ambiente propicio para la infección generalizada abarcó tres dimensiones: el sanitario, del que carezco de conocimientos y es tema de científicos e infectólogos, el espacio físico,
mediante las vías de transporte urbanas e internacionales, y el área virtual, con los nuevos métodos de
comunicación que enlazan a la mitad de la población mundial y acercan a los
individuos a través de las redes
telemáticas[13]. Así, la distancia que
antes existía entre los últimos dos espacios ahora es casi inexistente: “la movilidad
informacional virtual tiene impactos directos sobre la movilidad física y sobre
el lugar y el espacio donde opera, y viceversa” (Lemos, 2010)[14].
Bajo el concepto de
la Aldea Global de McLuhan, el
coronavirus provocó varias crisis en diversos aspectos. El derrumbe de las
bolsas financieras del planeta se gestó con un efecto dominó tan contagioso
como el propio microorganismo. En ese ecosistema, el espacio físico desaparece
por el “cambio [de] coordenadas temporales y espaciales: me vuelvo al mismo tiempo ubicuo
e instantáneo”
(Quevedo, 2007)[15], acercando todo tipo de relaciones que se constituyan en ese único mundo. Por lo tanto, esta pandemia
es un acontecimiento de movilidad y de conectividad.
La lucha contra la epidemia
nos afectará durante cierto período que aún no podemos determinar. El panoptismo[16] obligatorio implicará la adaptación
hacia nuevas prácticas y que, en realidad, no parecen tan novedosas porque comenzaron a vislumbrarse hace algunos años: “la crisis del coronavirus no cambió tanto los hábitos sino
que profundizó tendencias ya arraigadas en la sociedad china; por ejemplo la
compra en línea de todo tipo de productos, el consumo de contenidos
audiovisuales en red o la omnipresente utilización de las aplicaciones móviles en
todos los órdenes” (Scolari, 2020)[17]. Prácticamente, todas las relaciones - sociales, comerciales, de
entretenimiento, laborales e incluso educativas- están momentáneamente limitadas
y, aunque no serán terminantes, irán reacomodándose a un nuevo entorno más sedentario.
En efecto, la
comprensión de los medios nos permite –en este caso- advertir cómo un virus descubierto
en cierto mercado local -o donde sea que se gestó- termina impactando en todos los continentes. El desconocimiento generalizado -en los ámbitos científicos, de la medicina y de la sanidad- y la
ausencia de una vacuna para detener el brote forzaron a los inexpertos gobiernos a intentar
frenarlo con inmovilidad -hasta ahora el único escudo defensivo-, ya sea
prohibiendo la circulación o cerrando el transporte público. No obstante, hay que remarcar que las primeras falencias -sobre todo de las autoridades chinas- fueron el encubrimiento y la negación del tema. La desinformación no impidió la circulación de personas y tampoco la redistribución de la enfermedad.
Otra tarea que afrontará la
ciencia será identificar el nacimiento del COVID-19, una mutación supuestamente de origen
animal, pero que indiscutiblemente está vinculada con el accionar depredador del hombre. El problema no es la rata o el murciélago,
sino la relación que entabla la humanidad
con la naturaleza, su cultura alimenticia y las pésimas tradiciones ambientales.
Santiago Figueredo - Periodista y
Licenciado en Comunicación.
Licenciado en Comunicación.
Referencias
[1] Virgili,
A. (19/02/2020). “La peste negra, la
epidemia más mortífera”. National Geographic https://bit.ly/2J1HF2I
[2] Badia,
F. (07/03/2020). “Cómo las epidemias han
cambiado la historia de la humanidad”. La Vanguardia https://bit.ly/2J0ccxB
[3] Autores
varios (12/04/2010). “Las epidemias están
íntimamente relacionadas con el desarrollo humano”. Organización Médica
Colegial de España https://bit.ly/2UgKHoQ
[4] Rivera, S. (13/02/2020). “Origen
del coronavirus, un mercado de venta de mapaches, zorros y murciélagos para
comer”. Los Angeles Times https://lat.ms/3b8NabG
[5] Campbell, C. (22/01/2020). “Here’s
What It’s Like in Wuhan, the Chinese City at the Center of the Deadly
Coronavirus Outbreak”. Time https://bit.ly/33yXZkA
[6] Hiufu Wong, M. (22/01/2020). “Así
es Wuhan, la ciudad que está en el centro del brote de coronavirus”. CNN https://cnn.it/396J0Qd
[7] Jacob, M. (13/05/2012). “Chicago
is all over the place”. Chicago Tribune https://bit.ly/3a4ENhn
[8] Vuelos desde Wuhan. FlightConnections.com https://bit.ly/3dd2lT3
[9] Bright,
A. (16/02/2020). “Barrio de Wuhan se
infectó de coronavirus después de que sus familias asistieron a banquete masivo”.
La Gran Época https://bit.ly/3bdU2Ey
[10] Martín, R. (01/09/2019). “Increíble,
en solo 15 años Wuhan conectó por Metro a sus tres distritos municipales”.
Básquet Plus https://bit.ly/2x7eQPF
[11] ABC Viajar (29/07/2019). “Récord
en la historia de la aviación: 230.000 vuelos en el mundo en un día”. ABC https://bit.ly/33vsxUo
[12] La
Nación Revista. (28/11/1999). “McLuhan, el papá de la Aldea Global”. La Nación https://bit.ly/3b8Vbxi
[13] Nuevas
tecnologías y de las telecomunicaciones. Término de Javier Echeverría en: Echeverría, J. (2002), Democracia y sociedad de la información. Espacios del saber. Buenos
Aires. Ed. Paidós.
[14]
Lemos, A. (2010), Cultura de la Movilidad.
Buenos Aires. Ed. Manantial SRL.
[15] Quevedo, L. (2007), Portabilidad y Cuerpo. Buenos Aires. FLACSO.
[16] Concepto
de Michael Foucault relativo al control
social y a la disciplina del encierro en: Foucault, M. (1975), Vigilar y
Castigar, Buenos Aires. Siglo XXI Ed.
[17] Scolari,
C. (17/03/2020). “Coronavirus: El 11S de la Generación Z”. Perfil https://bit.ly/3b8zqh9
Imagen de portada: https://www.freepik.es/
Imagen de portada: https://www.freepik.es/
No hay comentarios:
Publicar un comentario