sábado, 21 de marzo de 2020

El Coronavirus llegó para quedarse: el origen de la pandemia que revela una crisis mediática


El 2020 en China es el año de la rata. Este fugaz roedor es asociado comúnmente a las pestes y a las barbaries, pero no todos saben que además simboliza riqueza e inteligencia. La propagación arrasadora del COVID-19 obligó a la Organización Mundial de la Salud a declararlo pandemia y los gobiernos tomaron medidas drásticas que paralizaron la actividad económica del mundo y entumecieron los hábitos de la población. El cierre total de fronteras y la interrupción de las vías de comunicación colocaron al globo en una situación tan vulnerable como los efectos de la propia enfermedad.

Para tratar de comprender cómo el coronavirus germinó desde un "comercio" chino -o un laboratorio, agrego- para sitiar al planeta entero propongo hacerlo desde la Ecología de los Medios. Esta teoría o “filosofía mediática” considera que los medios de comunicación son extensiones del cuerpo humano y –a su vez- entiende que la interacción con esas herramientas crea ambientes o entornos sensoriales que alteran nuestras conductas. Así como el alfabeto, la imprenta y la computadora, los instrumentos de locomoción también funcionan a modo de prolongaciones corporales que promueven la evolución cultural de las civilizaciones.

Desde que se tienen registros, la propagación de las epidemias estuvo estrechamente vinculada al progreso tecnológico, siendo determinantes los factores tiempo y espacio. Históricamente, las enfermedades más impactantes han conquistado vastos territorios, irrumpiendo lenta o rápidamente, conforme la tecnología dominante de cada era. Pero la invención de la rueda -en el siglo V a. c.- cambió el paradigma de la movilidad terrestre al desplazar el paso humano con un elemento extra corpóreo.

El fin del feudalismo y la Revolución Industrial -imprenta mediante- posibilitaron la aglomeración de las poblaciones en las ciudades emergentes del siglo XVIII. Hasta ese momento, la expansión de las endemias era un proceso que duraba años, producto de los primitivos traslados terrestres y los interminables viajes embarcados. En el caso de la denominada “peste negra” o “bubónica” -que sacudió al universo conocido del siglo XIV y eliminó a un tercio de los habitantes europeos[1]- tardó casi doce meses en atravesar el continente asiático.

Sin embargo, la brutal mortandad estipuló cambios en el sistema productivo, en la estructura social, en la conciencia sanitaria y en la forma de ver el mundo: en principio, la carencia de servidumbre obligó a los señores feudales a contratar mano de obra –algo inusual en aquella época- y, a continuación, emergieron las nuevas ideas del Renacimiento que, entre otras cosas, darían lugar al avance mecánico para la agricultura industrializada[2]. En consecuencia, las pandemias más devastadoras han modificado costumbres y –muchas de ellas- valieron para “reducir el caos urbano y contrarrestar el contagio”[3].

En diciembre de 2019, los primeros casos del COVID-19 fueron descubiertos cerca de la feria mayorista de mariscos de Huanan, ubicada en la imponente ciudad de Wuhan. Allí se cree que mutó el brote originario del virus -conocido como SARS-CoV-, detectado en alguna especie de murciélago[4]. Sin adentrarnos en esta teoría todavía incierta, aquel mercado es gigantesco: ocupa 50.000 metros cuadrados y cuenta con más de mil puestos de venta de comida exótica. Localizado en el medio de la urbe, lo rodean cientos de edificios residenciales y otros tantos para uso comercial. Hace unas semanas, los medios de comunicación extranjeros denunciaron que el lugar apestaba por las condiciones "insalubres", donde coexistían animales vivos y muertos a centímetros de distancia[5].

Wuhan es el núcleo político, económico y cultural de la región central del país[6]. Precisamente, en la “Chicago China”[7] florece un polo de tránsito descomunal, con decenas de nuevas líneas de ferrocarriles y subterráneos y de amplias autopistas que enlazan a la nación entera. A la par, su aeropuerto internacional acarrea anualmente cerca de 15 millones de personas y despliega vuelos directos con Estados Unidos, Gran Bretaña, Turquía, Italia, Francia, Rusia, Emiratos Árabes, Corea del Sur, Australia, Japón, España -con conexión-, y todos los destinos del sureste asiático[8].

Simultáneamente, el componente cultural también aportó su cuota de peligro para agudizar el escenario: los festejos por el año nuevo, tanto el occidental (2020) como el chino (4718); dos acontecimientos multitudinarios que comenzaron a fines de diciembre y concluyeron a principios de febrero. La gran cantidad de ciudadanos que viajaron desde diversas ciudades de la tierra para las celebraciones –sumados a los que migraron internamente- ya habían servido de transmisores durante los preparativos. Un claro ejemplo fue la realización de un banquete para 40.000 familias -autorizado por el ayuntamiento- cuando China aún no había reconocido la infección entre individuos[9]. No obstante, las demás suspensiones no ayudaron a detener la propagación. 
Google Maps: mercado de Huanan,
rodeado de estaciones de trenes y metro


El dato significativo y relativo al transporte en Wuhan –donde se descubrió el coronavirus- son sus nuevas líneas de subterráneos, construidas en solo 15 veranos para conectar los tres distritos mayoritarios de la zona[10]. Esta obra colosal se inauguró en 2019, facilitando el movimiento doméstico de sus 11 millones de habitantes, entre ellos, los portadores del COVID-19. El mercado de Huanan está rodeado de estaciones de metro y ferrocarriles, arterias de redistribución elementales para la dispersión.  

Definitivamente, la velocidad de esparcimiento del nuevo virus está directamente encadenada con las experiencias vivenciadas en el mundo de hoy: durante 2019 se registró la mayor cantidad de vuelos diarios en la historia de la aviación, sobrepasando los 230.000 recorridos en un día[11] y duplicando el tráfico aéreo de hace apenas cinco años. Justamente, la migración universal y el auge del turismo transnacional –sumados a las nacientes actividades económicas y comerciales del milenio- son el resultado de una implosión cultural de los viajes aéreos a gran escala.

El hacinamiento y el tránsito masivo posibilitaron que el virus se expanda por toda la región central y sureste de China. La siguiente fase de “exportación” de la gripe mortal obedece al contexto cosmopolita e híper-conectado que nos gobierna y que fuera presagiado -hace medio siglo- por el “padre” de la Ecología de los Medios, el profesor Marshall McLuhan. El canadiense vaticinó en su Aldea Global[12] cómo la humanidad retornaría a los comportamientos tribales gracias a la conectividad instantánea establecida con los aparatos electrónicos, rompiendo las barreras temporales y espaciales que nos fraccionaron durante siglos.

De esta manera, el coronavirus fue aferrándose a los canales de transmisión que la actual era eléctrico-digital globalizada le ha ido ofreciendo con las vertiginosas herramientas que creamos. En ese sentido, y ante el surgimiento de un virus desconocido, el ambiente propicio para la infección generalizada abarcó tres dimensiones: el sanitario, del que carezco de conocimientos y es tema de científicos e infectólogos, el espacio físico, mediante las vías de transporte urbanas e internacionales, y el área virtual, con los nuevos métodos de comunicación que enlazan a la mitad de la población mundial y acercan a los individuos a través de las redes telemáticas[13]. Así, la distancia que antes existía entre los últimos dos espacios ahora es casi inexistente: “la movilidad informacional virtual tiene impactos directos sobre la movilidad física y sobre el lugar y el espacio donde opera, y viceversa” (Lemos, 2010)[14].

Bajo el concepto de la Aldea Global de McLuhan, el coronavirus provocó varias crisis en diversos aspectos. El derrumbe de las bolsas financieras del planeta se gestó con un efecto dominó tan contagioso como el propio microorganismo. En ese ecosistema, el espacio físico desaparece por el “cambio [de] coordenadas temporales y espaciales: me vuelvo al mismo tiempo ubicuo e instantáneo” (Quevedo, 2007)[15], acercando todo tipo de relaciones que se constituyan en ese único mundo. Por lo tanto, esta pandemia es un acontecimiento de movilidad y de conectividad.

La lucha contra la epidemia nos afectará durante cierto período que aún no podemos determinar. El panoptismo[16] obligatorio implicará la adaptación hacia nuevas prácticas y que, en realidad, no parecen tan novedosas porque comenzaron a vislumbrarse hace algunos años: “la crisis del coronavirus no cambió tanto los hábitos sino que profundizó tendencias ya arraigadas en la sociedad china; por ejemplo la compra en línea de todo tipo de productos, el consumo de contenidos audiovisuales en red o la omnipresente utilización de las aplicaciones móviles en todos los órdenes” (Scolari, 2020)[17]. Prácticamente, todas las relaciones - sociales, comerciales, de entretenimiento, laborales e incluso educativas- están momentáneamente limitadas y, aunque no serán terminantes, irán reacomodándose a un nuevo entorno más sedentario.

En efecto, la comprensión de los medios nos permite –en este caso- advertir cómo un virus descubierto en cierto mercado local -o donde sea que se gestó- termina impactando en todos los continentes. El desconocimiento generalizado -en los ámbitos científicos, de la medicina y de la sanidad- y la ausencia de una vacuna para detener el brote forzaron a los inexpertos gobiernos a intentar frenarlo con inmovilidad -hasta ahora el único escudo defensivo-, ya sea prohibiendo la circulación o cerrando el transporte público. No obstante, hay que remarcar que las primeras falencias -sobre todo de las autoridades chinas- fueron el encubrimiento y la negación del tema. La desinformación no impidió la circulación de personas y tampoco la redistribución de la enfermedad. 

Otra tarea que afrontará la ciencia será identificar el nacimiento del COVID-19, una mutación supuestamente de origen animal, pero que indiscutiblemente está vinculada con el accionar depredador del hombre.  El problema no es la rata o el murciélago, sino la relación que entabla la humanidad con la naturaleza, su cultura alimenticia y las pésimas tradiciones ambientales.

Santiago Figueredo - Periodista y
Licenciado en Comunicación.


Referencias


[1] Virgili, A. (19/02/2020). “La peste negra, la epidemia más mortífera”. National Geographic https://bit.ly/2J1HF2I
[2] Badia, F. (07/03/2020). “Cómo las epidemias han cambiado la historia de la humanidad”. La Vanguardia https://bit.ly/2J0ccxB
[3] Autores varios (12/04/2010). “Las epidemias están íntimamente relacionadas con el desarrollo humano”. Organización Médica Colegial de España https://bit.ly/2UgKHoQ
[4] Rivera, S. (13/02/2020). “Origen del coronavirus, un mercado de venta de mapaches, zorros y murciélagos para comer”. Los Angeles Times https://lat.ms/3b8NabG
[5] Campbell, C. (22/01/2020). “Here’s What It’s Like in Wuhan, the Chinese City at the Center of the Deadly Coronavirus Outbreak”. Time https://bit.ly/33yXZkA
[6] Hiufu Wong, M. (22/01/2020). “Así es Wuhan, la ciudad que está en el centro del brote de coronavirus”. CNN https://cnn.it/396J0Qd
[7] Jacob, M. (13/05/2012). “Chicago is all over the place”. Chicago Tribune https://bit.ly/3a4ENhn
[8] Vuelos desde Wuhan. FlightConnections.com https://bit.ly/3dd2lT3
[9] Bright, A. (16/02/2020). “Barrio de Wuhan se infectó de coronavirus después de que sus familias asistieron a banquete masivo”. La Gran Época https://bit.ly/3bdU2Ey
[10] Martín, R. (01/09/2019). “Increíble, en solo 15 años Wuhan conectó por Metro a sus tres distritos municipales”. Básquet Plus https://bit.ly/2x7eQPF
[11] ABC Viajar (29/07/2019). “Récord en la historia de la aviación: 230.000 vuelos en el mundo en un día”. ABC https://bit.ly/33vsxUo
[12] La Nación Revista. (28/11/1999). “McLuhan, el papá de la Aldea Global”. La Nación https://bit.ly/3b8Vbxi
[13] Nuevas tecnologías y de las telecomunicaciones. Término de Javier Echeverría en: Echeverría, J. (2002), Democracia y sociedad de la información. Espacios del saber. Buenos Aires. Ed. Paidós.
[14] Lemos, A. (2010), Cultura de la Movilidad. Buenos Aires. Ed. Manantial SRL.
[15] Quevedo, L. (2007), Portabilidad y Cuerpo. Buenos Aires. FLACSO.
[16] Concepto de Michael Foucault relativo al control social y a la disciplina del encierro en: Foucault, M. (1975), Vigilar y Castigar, Buenos Aires. Siglo XXI Ed.
[17] Scolari, C. (17/03/2020). “Coronavirus: El 11S de la Generación Z”. Perfil https://bit.ly/3b8zqh9
Imagen de portada: https://www.freepik.es/

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