martes, 17 de diciembre de 2019

El fenómeno de las Batallas de los Gallos: breve historia del freestyle en Argentina


redbullbatalladelosgallos.com
En los últimos años, miles de jóvenes empezaron a participar de las "Batallas de los Gallos", una competencia de freestyle rap que consiste en la confrontación entre dos improvisadores que deben demostrar quién rapea mejor en base a sus rimas predominantes. El enfrentamiento de habla hispana más conocido a nivel mundial es -hoy en día- el patrocinado por la empresa Red-Bull, la cual realiza su difusión en toda Latinoamérica y España. Esta nueva disciplina combina valores culturales provenientes de la música y la expresión, pero adopta una concepción deportiva en sus formas de disputa. 

En Argentina, las batallas de gallos comenzaron a gestarse de manera amateur a principios del siglo XXI en diferentes plazas del conurbano y de la Ciudad de Buenos Aires, sentando base principalmente en el Parque Rivadavia. En aquel entonces, pocos eran los jóvenes que se acercaban a observar y a participar. Sin embargo, a partir del 2012 la cantidad de espectadores aumentó gracias a la competencia denominada “El Quinto Escalón”, impulsora del freestyle en nuestro país. Luego, a través de plataformas digitales como YouTube y Spotify este fenómeno se volvió viral y masivo. Desde entonces, la marca de energizantes decidió auspiciar el certamen para agregarle nombre propio y así atraer una audiencia mayor.

       El origen: Rapeando en New York

Para encontrar la raíz del freestyle hay que viajar en el tiempo a la costa este de Estados Unidos, donde el rap y el hip-hop hicieron mella durante la década del ’80 [1]. El rap es una de las vertientes del género denominado hip-hop que incorpora rima, habla rítmica y jerga y que se interpreta o se canta en una variedad de formas. La cultura del hip-hop surgió en los barrios bajos de New York, como el Bronx y Harlem, entre jóvenes afroamericanos y puertorriqueños descontentos con las políticas que los marginaban de la sociedad. Es por ello que el contenido de su música y el desarrollo artístico eran vehículos que canalizaban la rebeldía en contra de las desigualdades, y que proponía reflexionar acerca de las penurias que se vivían en aquellas áreas urbanas [2].

El freestyle rap es una rama que derivó del hip-hop y consiste -básicamente- en una forma totalmente improvisada de rapear, rimando palabras de forma fluida y siguiendo un ritmo específico. El carácter espontáneo le dio origen al nombre –estilo libre- y el contenido carece de censuras ya que los intérpretes pueden decir lo que quieran en su construcción poética[3].

Con los años, el hip-hop surgido en los suburbios de New York fue adoptando diversas bifurcaciones y, en su rama latina, los puertorriqueños de Harlem se encargaron de trasladar el ritmo a su isla natal, donde se resignificó el estilo. Hacia fines de la década del ‘90, Puerto Rico emergía como una superpotencia de la música urbana global con el reggaetón –derivación del reagge con características del hip-hop- [4], y que nació de un intercambio cultural a todo nivel con Panamá, otro estado históricamente vinculado con Estados Unidos [5]. En el reggaetón puertorriqueño, los intérpretes recitan las letras de las canciones y -al igual que el freestyle rap- la influencia del hip-hop prevalece en su estructura.

       El hip-hop en Argentina

En Argentina, hubo varias oleadas que incursionaron en el rap y el hip-hop. La primera, pisando los ’90, de la mano de los artistas “Roma”, “My Disck”, “Jazzy Mel” y “Dj Hollywood”, que sesgaban una forma más pop. Culminando el Siglo XX, aparecieron bandas que impulsaron expresiones más comprometidas con las demandas sociales emergentes, donde muchos grupos –de distintos géneros musicales- prosperaron con la composición de letras que atacaban al poder político-económico establecido, como “Actitud María Marta” y “Fuerte Apache” [6]. Paralelamente, surgió “Illya Kuryaki and the Valderramas”, que si bien adopta varios estilos, posee gran influjo de hip-hop, aunque sus canciones esquivaban el reclamo popular urbano.

Unos años después -tras la crisis de 2001- se afianzaron determinados cambios en los valores culturales que se habían quebrado durante la década anterior. Las expresiones artísticas fueron más pujantes, con protestas surgidas desde los sectores marginales y, sobre todo, reflejando el sentir de aquellos jóvenes que aspiraban a cambiar la realidad. Así, irrumpieron algunos pequeños grupos de adolescentes que se congregaban en las plazas para manifestarse y alcanzar cierto reconocimiento [7]. Previamente al inicio de la actual marea freestyle, en 2005, el artista argentino “Frescolate” se coronó campeón internacional de la primera Batalla de los Gallos organizada por Red Bull. El artista local inspiró a muchos jóvenes en la práctica del estilo libre e infundió valor a otros que todavía no se animaban a salir del rol de espectadores callejeros [8]. Estos artistas urbanos, que deambulaban bajo una órbita under,  solo necesitaban un impulso…

       Batallas de Gallos

Las primeras batallas de gallos nacieron en el conurbano bonaerense y en algunos sectores de la provincia de Córdoba. Rápidamente, trascendieron hasta las plazas y los parques de la Ciudad de Buenos Aires, pero nadie duda en considerar que la estación de trenes de Claypole fue la piedra fundadora de esta nueva expresión. Allí, en 2010, se celebraba la Halabalusa Underground, un certamen modestamente organizado que empezó a absorber los pequeños encuentros improvisados. Esta competencia creció y adquirió la identidad necesaria para replicarse a otros lugares [9]. Las batallas de freestyle rap consisten en una lucha dialéctica entre dos improvisadores -también denominados MC’s- que compiten por demostrar quien se destaca rapeando y utilizando las mejores rimas.

Algunos de estos desafíos surgidos en el conurbano tenían cierta carga de agresividad verbal –sin violencia física- por los contenidos enunciados, producto de rivalidades barriales o tribales o de las diferencias que los competidores mismos exageraban para alimentar la provocación dialéctica. Ese tipo de prácticas apenas servía para una próxima devolución y también generaban risas en los espectadores. No obstante, eso fue cambiando cuando la experiencia brotó en la Capital. Apenas dos años más tarde del nacimiento de la Halabalusa Underground, los jóvenes porteños que habían participado en aquellos torneos sintieron la necesidad de realizar algo similar, pero cerca de sus barrios y buscando reducir el tono agresivo de las rapeadas.

Así fue cómo emergió “El Quinto Escalón”, la competencia de freestyle desarrollada en el Parque Rivadavia que congregó a una multitud de espectadores y de participantes y que fue predecesora de las Batallas de Red Bull. “Muphasa”, su organizador fue muy claro: “planeamos que los chicos hablen de sus vivencias, pero sin ataques[10].

Las batallas explotaron cuando  la actividad empezó a difundirse a través de plataformas digitales como YouTube y Spotify, convirtiéndolo en un fenómeno masivo. Fue a partir de allí, y rememorando la experiencia del veterano “Frescolate” en Puerto Rico, que la marca de energizantes Red Bull decidió establecer un torneo nacional representativo y así sumarlo al circuito Latinoamericano de las Batallas de los Gallos [11].

A medida que los combates fueron perfeccionándose y -sobre todo- desde la “panoptización” [12] de los certámenes en estadios y en grandes campos, los organizadores probaron diversas modalidades de competición, modificando las formas de disputa. Si bien, los participantes debían mantener la estructura de los cuatro versos uniendo palabras inconexas, en estos torneos se empezaron a utilizar elementos tecnológicos –como las pantallas gigantes- que sirven, entre otras cosas, para implementar algunas de las consignas previas a cada disputa. 

En la próxima entrega, abordaré cómo influyó el uso de la tecnología en la expansión masiva del freestyle. SF



[1][3] Freestyle: Historia y Origen de las Batallas (2016, 16 de julio). Batallas Freestyle. http://cort.as/-ThI5
[2] Austin McCoy (2017, septiembre). Música Rap. American History. Oxford Research Encyclopedias. http://cort.as/-ThIx
[4] Música de Puerto Rico. Wikipedia, La enciclopedia libre. Código: Q427183. Fecha de consulta 22/10/2019.  http://cort.as/-ThJc
[5] Reguetón. Wikipedia, La enciclopedia libre. Código: Q202930. Fecha de consulta 22/10/2019.
http://cort.as/-EpP9
[6] Puchy Grafitero (2016, 31 de agosto). El conurbano, cuna del Hip Hop argentino. La Izquierda Diario. http://cort.as/-ThKy
[7][9] ‘Halabalusa Underground’, un movimiento cultural a orillas de la estación de Claypole (2012, 27 de abril). Entre Calles y Andenes. http://cort.as/-ThLp 
[8] Lucas González (2017, 16 de noviembre). Frescolate: “hay bastantes competidores con mucho talento”. El Bondi. http://cort.as/-ThMN
[10] Romina Blasucci (2014, 20 de noviembre). “Queremos que el rap sea nacional”. Página 12. 
[11] Juan Ortelli (2016, 21 de abril). Puerto Rico 2005: La primera final. Red Bull Batalla de Los Gallos. http://cort.as/-Tk5R
[12] Panoptismo. Concepto de Michael Foucault. “Vigilar y Castigar”. (1986. Siglo XXI Ed. Madrid). Capítulo III.


viernes, 22 de noviembre de 2019

Internet: una herramienta capitalista con prácticas comunistas

Imagen: Martin Armstrong
El siglo XXI germinó de la mano de un paradigma universal: los medios de comunicación ya no pertenecen al clásico mundo del broadcasting[1] y los espacios virtuales globalizados –como Internet- irrumpieron desparramando una concepción “democratizadora” de la información. 

Hace 185 años, cuando los "mass media" ni siquiera figuraban en el mapa, Alexis de Tocqueville describía para la Europa post monárquica -en La Democracia en América- cómo el sistema político norteamericano estaba “cubierto de una apariencia democrática, bajo la cual se ven de cuando en cuando asomar los antiguos colores aristocráticos”.

Algo similar podría plantearse sobre la injerencia de los nuevos medios en la sociedad actual y su presunta "virtud republicana" ya que, bajo un manto liberal, el ciberespacio[2] evade el territorio democrático. En realidad, en la red informática convergen varios fundamentos ideológicos: políticos, productivos, sociológicos y comunicacionales, pero también conviven otros conceptos antagónicos donde Adam Smith y Karl Marx podrían fundirse en un apretón de manos insospechado...

Un nuevo entorno social

Las nuevas herramientas de la información y la comunicación transforman nuestras conductas. La Red ha crecido de tal manera que los cambios en el comportamiento humano son un fenómeno sociocultural. Estos avances tecnológicos -y aquellas interrelaciones- posibilitaron la creación de una sociedad de la información[3]. Al definir a la sociedad de la información primero debemos conocer quienes la componen y para ello es necesario delinear una premisa trascendental: todos sus integrantes requieren de la capacidad de conexión a las redes telemáticas mediante cualquier dispositivo. En consecuencia, quienes no posean esa disposición estarán fuera de dicha sociedad y, según la antropóloga Paula Sibilia, “al menos cinco mil millones de terráqueos carecen del acceso a la Web”[4]Esto nos lleva al primer conflicto democrático.

Los nuevos bárbaros[5] de la sociedad de la información –los excluidos del sistema- solo serán reconocidos en la misma una vez que logren acceder a las plataformas que los conecten al ciberespacio. Sibilia nos amplía el panorama advirtiendo que “a contrapelo de los festejos por la democratización de los medios, los números sugieren que las brechas entre las regiones más ricas y más pobres del mundo no están disminuyendo”[6]. En definitiva, los marginales informáticos suman cerca de dos tercios de la población mundial y “están condenados a la indivisibilidad total”[7]. De esta forma, se vulnera uno de los valores elementales del modelo: la igualdad.

Ahora bien; si cerramos el espectro, es decir, cuando identificamos únicamente a los actores que interactúan en la sociedad de la información, contemplaremos que la cibercultura[8] -como producto avanzado del capitalismo moderno- posee herramientas que acentúan el consumismo, reconfigurando las antiguas relaciones sociales descritas por Marx: hay una nueva burguesía propietaria de los medios en red y una creciente masa de ciberusuarios. Ambas clases ratifican las contradicciones expuestas por el autor de El Capital.

El esquema de clases de la sociedad de la información se podría representar con forma de cruz, donde los vectores opuestos se superponen: de un lado, y adaptando la teoría de Michel de Certeau sobre la problemática del poder[9], existe una clara transversalidad en los vínculos sociales que despliegan los cibernautas; del otro, y por encima de ellos, desciende una línea verticalista de dominación ejercida desde la nueva burguesía -los llamados “señores del aire[10] o, para ser más explícitos, los propietarios de las corporaciones de tecnología alojadas en Silicon Valley- quienes imponen ese poderío arbitrariamente.

Por lo tanto, la actividad transversal de los consumidores se genera mediante el uso de la tecnología porque con ella “atraviesa todos los sectores de la pirámide social de distribución”[11], actuando masivamente y rompiendo cualquier límite territorial. La Web y las redes son el espacio público de hoy, donde prácticamente se dirime todo: desde la gestación de lazos comunitarios hasta las relaciones comerciales más importantes. Así pues, el ciberespacio no solo es un medio de comunicación innovador, sino que se ha transformado en un recurso de producción, tanto virtual como real[12].

Hace más de 40 años, el filósofo y estudioso de los medios de comunicación Marshall McLuhan descifraba que las tecnologías que nos rodean, además de modificar nuestras conductas, cambian la “forma de ver el mundo”[13]. Al respecto, Marx y Engels señalaban algo similar trece décadas antes que el canadiense: “merced al rápido perfeccionamiento de los instrumentos de producción y al constante progreso de los medios de comunicación, la burguesía arrastra a la corriente de la civilización a todas las naciones (…) En una palabra: se forja un mundo a su imagen y semejanza”[14].

Los dueños de la Web y las redes telemáticas -al igual que la clase dominante apuntada por Marx- “necesita establecerse en todas partes, crear vínculos en todas partes. Mediante la explotación del mercado mundial”[15]. Precisamente, la actividad conducida por los señores del aire persigue “las líneas establecidas por los discursos dominantes (…) y tienden a representar sus propios intereses”[16]. Cuando el sociólogo alemán apuntaba que la clase que tiene a su disposición los medios de producción material controla a la vez los medios de producción mental, estaba explicando cómo se sostiene la dominación ideológica, cultural e intelectual en las sociedades capitalistas modernas. Este concepto recobra notable vigencia en la sociedad de la información. 

En la misma línea de pensamiento, el italiano Antonio Gramsci aporta un enfoque más claro con la noción de hegemonía porque refiere una situación donde la unidad dominante, es decir, “una sola de ellas (…) tiende a prevalecer (…) en toda el área social sobre una serie de grupos subordinados”[17] de manera tal que el poder ejercido parezca legítimo y natural. Consecuentemente, e invirtiendo el concepto del dramaturgo alemán Bertolt Brecht[18], los usuarios de la sociedad de la información comparten un mismo sistema de comunicación porque justamente allí se encuentran todas las clases.

El poder en la SDI

Visiblemente, el nuevo espacio ciber-social está generando “fuertes alteraciones en las estructuras de poder y en la distribución de la riqueza”[19]. Sabido es que en la sociedad de la información convergen dos fuerzas: los señores del aire o propietarios y los usuarios-consumidores. Para De Certeau cada uno de estos sectores “recurre a las nociones de estrategia y táctica para caracterizar las acciones de los sujetos. La estrategia, vinculada a los productores (…) posibilita las relaciones de dominio sobre una exterioridad distinta (…) En cambio, la táctica de los consumidores está determinada por la ausencia de un lugar propio (…) y no posee autonomía”[20].

Aunque la descripción de De Certeau se ajusta a la ciber-sociedad, no logra identificar que el orden o las relaciones de poder tengan la posibilidad de subvertirse. Y es justamente la concordancia ideológica que aquí se plantea la que podría permitir que las herramientas tecnológicas de hoy -conectadas mediante redes globales- reviertan algunas estructuras de mando preestablecidas. Varios ejemplos recientes expusieron que los sistemas de poder hegemónico entraron en una fase de desigualdad integral y que podríamos calificar como deficientes. Los reclamos más resonantes popularizados desde el ciberespacio fueron la Primavera Árabe (2010-2013), las actividades de los Chalecos Amarillos en Francia y el Reino Unido (2018), las protestas sociales en Norteamérica y las revueltas populares en Sudamérica.

Para Sibilia “estamos transformando la era de la información (…), modificando las artes, la política, y el comercio, e incluso la manera en que se percibe el mundo”, tal como coincidían McLuhan y Marx. Quizá, la naciente generación de jóvenes proletarios informatizados esté asumiendo un rol decisivo en aquellos posibles cambios, gracias a las prácticas cotidianas que hoy realizan en Internet y el mundo de las redes. “A ellos también les incumbiría la importante tarea de ‘inventar nuevas armas’, capaces de oponer resistencia a los nuevos y cada vez más astutos dispositivos de poder”[21].

Al respecto -y contradiciendo a De Certeau- las prácticas de los usuarios en la sociedad de la información se desarrollan silenciosa, pero revolucionariamente. Los ejemplos citados anteriormente -donde las revueltas se originaron con mensajes de texto y con la distribución de contenidos mediante redes sociales como Facebook, Twitter e Instagram- indican que las actividades virtuales reproducidas adentro de la Web terminan implosionando con respuestas afuera de ella, es decir, en el espacio público real.   

En referencia a estas operaciones de entrada, interacción y salida por la Red y que luego exteriorizan distintas participaciones en el entorno físico y cívico de la sociedad, Manuel Castells considera que las “organizaciones militantes, así como miles de activistas particulares, se movilizan en campañas concretas, se conectan entre sí a través de Internet para debatir, organizar, actuar y compartir, [atravesando fronteras] y llegando a lo local desde lo global (…), sin someterse a ninguna de las formas de burocracia de surgen de los mecanismos de delegación del poder”[22].

¿Un entorno democrático?

Aunque el ciberespacio está determinado por la conectividad -donde la información y el conocimiento se propagan libremente-, la democratización de la difusión en la sociedad de la información carece de los principios políticos vislumbrados en los estados avanzados. Para el escritor Javier Echeverría, las insuficiencias abracan: “la primacía del poder civil, la división de poderes y la territorialidad”[23].

El autor español denomina al espacio social informatizado como “tercer entorno o E3” y que “difiere profundamente de los entornos naturales -E1- y urbanos -E2-”[24]. Según Echeverría, en este tercer ambiente no existen las autoridades republicanas –mandos ejecutivos, legislativos y judiciales-; tampoco hay poder civil constituido –no se vota-, y mucho menos se ejerce la territorialidad de los estados-nación bajo la protección de la ley. Además, los navegadores carecen de las identidades que se evidencian en los entornos 1 y 2, ya que en la sociedad de la información es posible crear varias direcciones de correos electrónicos, diversos nombres y apodos de usuarios para loguearse en las plataformas y redes y un sinfín de contraseñas de acceso, donde no siempre se asimilan sus denominaciones reales. Menos aún poseen ciudadanía, no son "naturales" de ningún pueblo, ni tienen residencia alguna. Así, los usuarios tampoco ostentan el reconocimiento de derechos y obligaciones[25]. Por lo tanto, y coincidiendo con los demás autores en las definiciones previas, solo prevalece la supremacía económica[26].

Es decir que la sociedad de la información, como cualquier otra conformación colectiva “se produce (y reproduce) a sí misma mediante el proceso de trabajo (…), un ámbito donde se producen bienes materiales, relaciones sociales e ideología. Es el lugar donde se crea el poder en cada sociedad, así como también la resistencia a ese poder y los medios para superarlo”[27].

Las recientes tecnologías del ciberespacio son herramientas evolutivas del capitalismo contemporáneo, instruidas en la sociedad de los consumidores para “mantener el sistema de dominación conocido como orden social”[28]. Mediante las interacciones virtuales, los usuarios están reproduciendo actividades que se desplazan hacia todos los ámbitos, pero sobre todo económicos. Sin embargo, esas armas mercantilistas son -paradójicamente- impuestas de manera autoritaria y bajo una neblina democrática, aunque están posibilitando la consolidación de otros lazos colectivos que, gracias a la transversalidad de acciones de los cibernautas apátridas y desjerarquizados, generan nuevas tácticas sociales conjeturadas antiguamente en las bases comunistas...
SF



Citas y Referencias:

[1] Definición utilizada para los servicios de radio y televisión de usos masivos.  
[2] Definición de Williams Gibson en Neuromancer (1984, Ace Books).
[3] Definición de Javier Echeverría en Democracia y sociedad de la información en Espacios del saber (p. 65).
[4] Sibilia, P. (La intimidad como espectáculo, p. 28).
[5] Los antiguos griegos empleaban el término para referirse a los extranjeros. En este sentido, mujeres, esclavos y extranjeros no alcanzaban el status de ciudadano (Felipe Derqui, 2018, nota al pie de pág. 7).
[6] Sibilia, P. (La intimidad como espectáculo, p. 29).
[7] Sibilia, P. (La intimidad como espectáculo, p. 31).
[8] Cultura que emerge del uso del ordenador y las nuevas tecnologías de la información, para la comunicación, el entretenimiento y el mercadeo electrónico (André Lemos en Cultura de la movilidad).
[9] Concepto de Michel de Certeau en La Invención de lo Cotidiano.
[10] Empresas transnacionales que construyen, mantienen y explotan las infraestructuras tecnológicas que permiten el funcionamiento de la sociedad de la información (Echeverría, 2002, p. 65).
[11] Quevedo, L. A.  (Portabilidad y cuerpo, p. 12).
[12] Concepto adaptado de Paula Sibilia en La intimidad como espectáculo.
[13] En Understanding Media (Comprender los Medios de Comunicación).
[14] K. Marx y F. Engels (Manifiesto del Partido Comunista, p. 35-36).
[15] K. Marx y F. Engels (Manifiesto del Partido Comunista, p. 35).
[16] Hebdige, D. (De la cultura a la hegemonía/Subcultura: el significado (...), p. 30-31).
[17] Gramsci, A. (La política y el estado moderno, p. 113).
[18] La cita de Brecht dice: “La sociedad no podrá compartir un sistema de comunicación común mientras siga dividida en clases enfrentadas” (Hebdige, 2004, p. 31).
[19] Echeverría, J. (Democracia y sociedad de la información/Espacios del saber, p. 66).
[20] Derqui, F. (Una revisión crítica del concepto de poder, p. 8).
[21] Sibilia, P. (La intimidad como espectáculo, p. 13).
[22] Castells, M. (Comunicación y poder, p. 447, 451).
[23] Echeverría, J. (Democracia y sociedad de la información/Espacios del saber, p. 66-67).
[24] Echeverría, J. (Democracia y sociedad de la información/Espacios del saber, p. 70-71).
[25] Echeverría, J. (Democracia y sociedad de la información/Espacios del saber, p. 71-72).
[26] Echeverría, J. (Democracia y sociedad de la información/Espacios del saber, p. 75).
[27] Mayo, A. (La Ideología del conocimiento, p. 13-14).
[28] Bauman, Z. (Vida de consumo, p. 105).

Bibliografía utilizada:

-Bauman, Z. (2007). Vida de consumo. Fondo de Cultura Económica. Bs. As.
-Castells, M. (2012). Comunicación y poder. Siglo XXI Editores. México.
-De Certeau, M. (1996). Artes de hacer en La invención de lo cotidiano. Universidad Iberoamericana. México.
-Derqui, F. (2018). Platón y Aristóteles, dos respuestas a la crisis de la polis. Apuntes de Cátedra. Bs. As.
-Derqui, F. (2019). Una revisión crítica del concepto de poder. 1° Congreso Latinoamericano de Cs. Sociales de la UNVM, Va. María. Córdoba.
-Echeverría, J. (2002). Democracia y sociedad de la información en Espacios del saber. Paidós. Bs. As.
-Gramsci, A. (1993). La política y el estado moderno. Planeta. Bs. As.
-Hebdige, D. (2004). De la cultura a la hegemonía en Subcultura: el significado del estilo. Paidós. Barcelona.
-Lemos, A. (2010). Cultura de la movilidad en Nomadismos Tecnológicos. Dispositivos móviles. Usos masivos y prácticas artísticas. Ariel. Bs. As. 
-Marx, K. y Engels, F. (2011). Manifiesto del Partido Comunista. Centro de Estudios Socialistas. México.
-Mayo, A. (2005). La Ideología del conocimiento. Jorge Baudino Editores. Bs. As.
-McLuhan, M. (1996). Comprender los Medios de Comunicación. Paidós. Bs. As.
-Quevedo, L. (2007). Portabilidad y Cuerpo. FLACSO. Bs. As.
-Sibilia, P. (2008). La intimidad como espectáculo. Fondo de Cultura Económica. Bs. As.
-Tocqueville, A de. (1995). La Democracia en América. Alianza. Madrid.  


-Nota del Autor: esta publicación fue elaborada como trabajo de evaluación final para la Cátedra de Ciencias Políticas de la UNSAM del profesor Felipe Derqui (2019) y también contiene textos de otras materias, como Ecología de los Medios y Estudio del Mercado y las Audiencias.

martes, 20 de agosto de 2019

Espacio Literario: "Martillazos"

Me desperté dormido; como anestesiado o atontado, y con los ojos completamente cerrados. No supe abrirlos. El peso de los párpados lacró cualquier intento de exploración. No tenía fuerzas para cambiar eso. Lidiaba entre un despabilamiento inevitable y el deseo ferviente de continuar sumergido en el letargo. La percepción de estar flotando en un cielo intergaláctico –oscuro, infinito y profundo- se trasladaba cíclicamente hacia ese vacío temporal que precede a desvelarse. El trance me mantenía inmovilizado; derrumbado, de espaldas y boca arriba sobre una extraña rigidez que todavía no podía identificar. Entre nebulosas, empecé a distinguir un zumbido que crecía sutilmente en mis oídos y se arrastraba lentamente con la intención de torturarme hasta teclear mi debilitado cerebro. No podía discernir en dónde estaba, qué era real y cuál era el sueño.

Aquella lucha intermitente entre el subconsciente y el inconsciente era perturbadora. Apenas si podía respirar. Este ejercicio inerte y mecanizado parecía que iba a agotar el escaso aire húmedo y gélido de alrededor. No obstante, revelé que la dificultad para inhalar provenía de un agudo dolor pectoral que comprimía el pecho contra la espalda. No tenía el control del cuerpo y mi mente jugaba conmigo, confundiéndome entre alucinaciones y espejismos. La ausencia de luminosidad, sobre todo mental, resultaba tan apabullante que trastocaba mi noción del tiempo. Un tiempo irreal, difuso y atemporal. 

La impresión de enormidad que confiere el firmamento nocturno achicó cualquier intento por revertir mi contextura petrificada. Durante la ciega disputa recurrente entre la incierta realidad y una posible ficción, sentí un frío envolvente. Noté que mi piel estaba apoyada en una superficie plana y glacial. El miedo cobró forma neuronal y ese temor reavivó algunas sensaciones. Continuaba sin poder parpadear, pero me di cuenta que el pitido que había surgido como amenaza desde los tímpanos, nunca se había detenido; y ya golpeaba las puertas de mi cabeza. Como si estuviera bajo los efectos de un sedante, intenté mover nuevamente mis extremidades, pero la tarea resultó extenuante. Advertí gotas de sudor que nacían desde la frente y que intentaban lanzarse sobre las sienes heladas. De a poco, descubrí que el ensueño emprendía la retirada, al igual que toda esa confusión dominante. 

Concebí un paulatino florecimiento de todo mi ser; como si Mr. Hyde intentara emerger desde las entrañas del Dr. Jekill. Vagamente, y a pesar de seguir aturdido, abrí pegajosamente mis pesados ojos, temiendo destapar lo peor. Así fue: la perspectiva no había cambiado y la oscuridad cósmica seguía allí. Mientras trataba de recobrar los sentidos adormecidos, me sobresalté. Sin embargo, las manos tampoco me respondían. A pesar de permanecer sólido como una escultura, atiné a elevarme, advirtiendo que –por el momento- sería imposible. El chiflido que inquietaba mi cerebro ya se había apagado. Voces humanas reemplazaron el ruido y un fuerte garrotazo de metal hizo retumbar mi cuerpo. 

-“Apúrate, José” -escuché estupefacto-. “Poné tres clavos más y después llevá el ataúd a la otra sala”. 
-“Sí, jefe”- respondió la otra voz...

S.F.