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jueves, 13 de febrero de 2020

Understanding Media: comprendiendo el fenómeno del freestyle rap


El freestyle emergió como una expresión cultural juvenil; un ritual artístico de grupos de adolescentes hechizados por el rap y el hip hop latino. Rápidamente, y a través de las plataformas digitales -como YouTube y Spotify-, este fenómeno se volvió viral, hasta alcanzar su masificación. Así la cultura popular del “rap estilo libre” fue abducida por la sociedad de consumidores

Las “Batallas de Gallos” son una actividad artístico-musical basada en la improvisación y construida desde la rima, donde dos adversarios disputan sus virtudes orales. En el freestyle no hay letras compuestas o escritas con anterioridad porque todo se improvisa en el momento [1]. El ejercicio cognitivo de esta disciplina se podría vincular con el pasado, puntualmente, desde los orígenes de las grandes civilizaciones primitivas cuando la escritura aún no había sido descubierta. Ahora, ¿por qué surgió recientemente? La primera respuesta nos la entrega –nuevamente- Marshall McLuhan y está vinculada a las costumbres que adoptamos cuando nos relacionamos con las tecnologías que nos rodean.

El filósofo canadiense sostenía –hace décadas- que con la llegada de una nueva era de la información “estamos saliendo de la edad de lo visual y entrando en la edad de lo auditivo y lo táctil”. Auguraba una “segunda etapa de la oralidad”, producto de una “implosión eléctrica” que “devolverá al hombre visual a los patrones tribales y orales” del pasado [2]. Los instrumentos de la actual era eléctrica de McLuhan –sobre todo las tablets y los teléfonos celulares- son vehículos que transportan experiencias sensoriales que esperan ser “cazadas” por los consumidores de la red. Esas experiencias también contienen hábitos de competitividad y contenido ideológico.

Como hemos dicho en el artículo anterior, plataformas digitales como YouTube condujeron a la transformación de la cultura popular de las batallas de los gallos hacia la sociedad de consumo. En referencia a esto, Muphasa –el creador de El Quinto Escalón, la competencia que masificó al freestyle- sostiene que “la gente que habita en las plataformas tuvo casi todo que ver con el fenómeno. La movida de las redes fue la punta de lanza para que el crecimiento sea posible. Hoy en día, cualquier disciplina que se transforma en global o social siempre viene de la mano de un vehículo, de un mensaje determinado que es transportado masivamente. En nuestro caso, fue necesario mucho trabajo en YouTube y en Facebook, al comienzo, y después otro tanto con Twitter e Instagram”.

La reiteración de imágenes en la visualización de los videos genera que los espectadores adopten conductas inspiradas en lo que ven. Por ello, ya sea a modo de inspiración, de copia o de aprendizaje, o mediante estrategias publicitarias, la audiencia recurre a la experiencia de mirar los videos -en este caso utilizando la plataforma YouTube- para pertenecer a una subcultura identificadora.

En relación a ello, McLuhan consideraba que “cuando un medio se convierte en instrumento de experiencia en profundidad, dejan de regir las antiguas categorías de ‘clásico’ y ‘popular’ o ‘culto’ y ‘vulgar’”. Asimismo, y refiriéndose directamente al género musical, decía que con la experiencia en profundidad, “se pierden las inhibiciones respecto a lo ‘culto’” y “la gente se vuelve loca por la cultura popular” [3]. Durante su apogeo, el freestyle atravesó por este proceso una vez que se transformó definitivamente en un evento masivo.

En nuestra era, tanto en Internet como fuera de ella, la capacidad de creación se ve capturada sistemáticamente desde el mercado, convirtiéndose en el “combustible de lujo del capitalismo contemporáneo” [4]. Justamente, Gilles Deleuze describió un régimen de este ejemplo apoyado en las tecnologías electrónicas y digitales: “Una organización social basada en el capitalismo de la actualidad, donde rigen la sobreproducción y el exceso de consumo, el marketing y la publicidad, los servicios y los flujos financieros globales. Y también la creatividad estimulada, ‘democratizada’ y recompensada en términos monetarios” [5].

Por su parte, Michel Maffesoli ayuda a comprender el acontecimiento de las batallas de gallos bajo las formas contemporáneas de la vida social de estos tiempos, donde la cultura de masas se redefine como un nuevo tribalismo en la aldea global de la comunicación electrónica. Maffesoli  también distinguió una nueva oralidad en la vida diaria en medio de un caos de microgrupos que él denomina tribus. Esas tribus “están determinadas por formas de sentimiento que rechazan las lógicas de la identidad”, vinculando “a las personas y dejándolas ser” y permitiendo el “deseo de cambiar de compañeros y asociaciones” [6].

Apoyándonos en las creencias de McLuhan y Maffesoli, y para intentar descubrir los fundamentos fenomenológicos [7] del freestyle, hay que retroceder algunos siglos y situarnos en el tiempo de las culturas orales primarias, que carecían del conocimiento de la escritura. Aquellas culturas formalizaban el ejercicio del pensamiento en base a la memoria; es decir que el proceso cognitivo debía seguir las pautas mnemotécnicas formuladas para la inmediata repetición oral [8]. Si nos detenemos en la manera de expresión que aquí estudiamos, y retomando al concepto de McLuhan que sugería que atravesamos una segunda oralidad, podríamos esbozar que el freestyle recupera aquellos procedimientos mentales de las culturas orales; sobre todo porque –a diferencia de los géneros musicales tradicionales- no utiliza repertorios ni letras previamente escritas.

Si bien el freestyle-rap se crea espontáneamente, la rima es su principal virtud poética; un valor rescatado desde aquellas culturas orales primarias. Al respecto, Walter Ong afirmaba que aquel era un “pensamiento extenso en bases orales” y que “tiende a ser sumamente rítmico, pues el ritmo ayuda a la memoria”. Según sus estudios en Oralidad y Escritura: Tecnologías de la palabra, “el pensamiento debe originarse según pautas equilibradas e intensamente rítmicas, con repeticiones o antítesis, alteraciones y asonancias, expresiones calificativas y de tipo formulario (fórmulas), marcos temáticos comunes, proverbios que todo el mundo escuche constantemente, de manera que vengan a la mente con facilidad” [9]. Estas características de la oralidad y los ejercicios cognitivos descriptos son utilizados por los participantes en Las Batallas de Gallos.

En consecuencia, este nuevo período de implosión oral [10] ha permitido la expansión de nuevas culturas populares, como el freestyle. En relación a ello, Manuel Jofré –profesor de la Universidad de Chile- nos aporta que “Derrick de Kerkhove [11] señalaba que la nueva tecnología afecta el rango, el contenido y la distribución del conocimiento (…) e insiste en que la pantalla es una extensión cognitiva, un procesador de información”. Por lo tanto, “la extensión de los procesos cognitivos fuera de la mente humana afecta a todos los campos del saber humano. En la era digital, prevista por lo electrónico, la formación del conocimiento pasa por la hipertextualidad, los mensajes de texto, el comercio electrónico y la banda ancha” [12].

La tecnología fue una piedra fundacional parar la expansión del rap y del hip-hop originario, surgido en los barrios de Harlem y Bronx en la década del ’70. Al igual que el freestyle de hoy, aquellos estilos emergieron gracias a una ruptura mediática producto de un avance tecnológico, cuando “la música comenzó a ser trasladable con la invención de los minicomponentes”, describe el profesor Luis A. Quevedo. Así, el rap se transformó en un género callejero “que conquistó el espacio público (...), creando una comunidad de sentido y pertenencia entre los jóvenes” [13], finalizó el autor de Portabilidad y Cuerpo.

La irrupción del freestyle en estos últimos tiempos está más ligada al momento en que vivimos y en cómo nos desempeñamos con las tecnologías que nos rodean, tal como nos advirtió Marshall McLuhan hace más de 40 años: “estamos saliendo de la edad de lo visual y entrando en la edad de lo auditivo y lo táctil”. Auguraba una “segunda etapa de la oralidad”, producto de una “implosión eléctrica” que “devolverá al hombre visual a los patrones tribales y orales” del pasado [14]. Los instrumentos de la actual era eléctrica descrita por McLuhan en Understanding Media: The Extensions of Man [15] –sobre todo tablets y teléfonos celulares- son vehículos que transportan experiencias sensoriales que esperan ser “cazadas” por los consumidores de la red. Esas experiencias también contienen hábitos de competitividad y contenido ideológico. 

En tanto, André Lemos amplía la idea que se revela con la utilización de los elementos tecnológicos de hoy: “la comunicación implica movimiento de información y movimiento social; salida de sí mismo en el diálogo con el otro y flujo de mensajes cargados por diversos soportes” [16]. El autor asegura también que “con la actual fase de las computadoras ubicuas, portátiles y móviles estamos en una movilidad ‘ampliada’ que potencia las dimensiones física e informacional” [17].  A raíz de estos pensamientos, la empresa Proyección Consultores realizó una encuesta que refleja que -en Argentina- las principales fuentes de información son los medios digitales, alcanzando el 50% de los medios de comunicación de masas, sumando diarios digitales, portales y redes sociales. En tanto, la televisión registra el 30% de las fuentes primarias. 

Precisamente, podemos afirmar que los jóvenes de hoy -mediante sus prácticas cotidianas y el uso que le dan a la tecnología- son quienes permiten la penetración de este tipo de cultura popular en el mercado, ya que, como dice Paula Sibilia en El show del yo: “Estamos ante una verdadera ‘explosión de productividad e innovación’ (...), aunque por otro lado, tanto en internet como fuera de ella, la capacidad de creación se ve capturada sistemáticamente por el mercado que atiza las fuerzas vitales y las transforma en mercancía” [18]

El desarrollo del freestyle procedió bajo una táctica de expansión muy particular de estos tiempos, introduciéndose en los celulares, computadoras y tablets de las juventudes, mediante las principales redes y plataformas del ciberespacio. Lo que comenzó como una expresión subcultural culminó masificándose gracias a la tecnología, sin distinción de clases. Como sostiene Luis Alberto Quevedo- los dispositivos “tienen una enorme capacidad de producir transversalidad en todos los segmentos socioculturales, etarios y de ingresos. Atraviesan cualquier pirámide social de distribución que seamos capaces de armar” [19]. En la misma sintonía, Bauman asegura que “el consumo como vocación es un derecho humano universal que no admite excepciones. En este sentido, la sociedad de consumidores no reconoce diferencias de edad o género ni reconoce distinciones de clase” [20].

Las novedosas Batallas de Gallos evolucionaron rápidamente y en poco tiempo pasaron de las plazas de los barrios a los grandes estadios. Ya no son las mismas expresiones que en sus comienzos. Y tampoco circulan por los canales tradicionales de información porque ahora “son promocionadas únicamente en los medios digitales y prácticamente no utilizan publicidad regular” [21]. Así se explica el auge de un fenómeno promovido desde las herramientas de la web 2.0 y que es captado –preferentemente- por adolescentes y pre-adolescentes consumistas, creativos, competitivos y sumamente encriptados en la segunda oralidad que anticipó McLuhan. SF


Citas y Fuentes:


[1] Freestyle: Historia y Origen de las Batallas (2016, 16 de julio). Batallas Freestyle. http://cort.as/-ThI5
[2] Marshall McLuhan. “Comprender los Medios de Comunicación”. (1996. Paidós). Páginas 10, 71, 291.
[3] Marshall McLuhan. “Comprender los Medios de Comunicación”. (1996. Paidós). Páginas 10, 71, 291.
[4] Sibilia, P. (2008). La intimidad como espectáculo. (pp. 13). Buenos Aires: Fondo de cultura económica.
[5] Sibilia, P. (2008). La intimidad como espectáculo. (pp. 21-22). Buenos Aires: Fondo de cultura económica
[6] Michel Maffesoli. “El tiempo de las Tribus”. (1988. Icaria Editorial). Páginas 29, 48-49 y 62.
[7] La fenomenología es una corriente idealista subjetiva dentro de la filosofía que se propone el estudio y la descripción de los fenómenos de la conciencia. https://n9.cl/kwlo
[8] Walter Ong. “Psicodonámicas de la Oralidad”. Oralidad y Escritura (1987. Fondo de Cultura Económica). Página 41.
[9] Walter Ong. “Psicodonámicas de la Oralidad”. Oralidad y Escritura (1987. Fondo de Cultura Económica). Página 41.
[10] Término de McLuhan.
[11] Derrick de Kerckhove es un sociólogo belga nacionalizado canadiense y Director del Programa McLuhan en Cultura y Tecnología.
[12] Manuel Jofré (2007). “McLuhan y la modulación del futuro”. Cyber Humanitatis. https://n9.cl/rb4d
[13] Quevedo, L. A. (2007). Portabilidad y Cuerpo. En Seminario sobre Desarrollo Económico, Desarrollo Social y Comunicaciones Móviles en América Latina, (pp. 5). Buenos Aires: FLACSO.
[14] McLuhan, M. (1996). Comprender los Medios de Comunicación. (pp. 10-71-291). Barcelona: Paidós.
[15] McLuhan, M. (1996). Comprender los Medios de Comunicación. (pp. 10-71-291). Barcelona: Paidós.
[16] Lemos, A. (2010). Cultura de la movilidad. En Beiguelman, G. y La Ferla, J. (eds.), Nomadismos Tecnológicos. Dispositivos móviles. Usos masivos y prácticas artísticas, (pp. 1-2). Buenos Aires: Ariel.
[17] Lemos, A. (2010). Cultura de la movilidad. En Beiguelman, G. y La Ferla, J. (eds.), Nomadismos Tecnológicos. Dispositivos móviles. Usos masivos y prácticas artísticas, (pp. 2). Buenos Aires: Ariel.
[18] Sibilia, P. (2008). La intimidad como espectáculo. (pp. 13). Buenos Aires: Fondo de cultura económica.
[19] Quevedo, L.A. (2007) Portabilidad y Cuerpo. En Seminario sobre Desarrollo Económico, Desarrollo Social y Comunicaciones Móviles en América Latina, (pp. 12). Buenos Aires: FLACSO.
[20] Bauman, Z. (2007). Vida de consumo. (pp. 81 ). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
[21] Hernán Russo (2019, 27 de julio). “Mundo freestyle, una pasión entre los más jóvenes: del under a ser reyes del streaming”. Clarín. https://n9.cl/t33v5


miércoles, 3 de julio de 2019

El fútbol que McLuhan predijo

Foto: Latin American Post
La verdadera razón por la que el jugador argentino Juan Foyth utilizó una aplicación del celular para estudiar a sus rivales es mucho más compleja que el simple “click” en la pantalla. El uso de los medios ha delineado la historia de la humanidad con conductas –individuales y colectivas- que nos han convertido en seres dependientes de sus “mensajes”.

Belo Horizonte. Junio de 2019. Copa América. La Selección Argentina se preparaba para enfrentar a Brasil por las semifinales del torneo continental, tras haber eliminado a Venezuela en cuartos. El jugador argentino más joven del plantel –Juan Foyth- declaró que para investigar a sus rivales utilizaba una app del smartphone que le reportaba información de los delanteros que debía marcar. El veredicto de muchos sería que “la tecnología está al servicio del hombre”. ¿O es al revés?

Estados Unidos. Enero de 1964. El profesor de literatura Marshall McLuhan (1911-1980) revelaba al mundo una de sus teorías más influyentes bajo la polémica frase “el medio es el mensaje. El filósofo canadiense abría así uno de los debates más apasionantes del siglo XX al considerar que –entre otros conceptos- los medios (de comunicación) alteran nuestras conductas. Es decir que las invenciones tecnológicas actúan como “extensiones” del cuerpo y, en consecuencia, impactan en el desarrollo humano. Desde el lenguaje, pasando por el alfabeto, hasta los equipos electrónicos de hoy, el mensaje que nos brindan las herramientas no es el contenido, sino la herramienta misma. En definitiva, la relación que entablamos con ella.

Hace 40 años, el doctor Carlos Bilardo emergía desde su amado Estudiantes de La Plata para separar a la opinión pública futbolística en dos. La implementación de videos para analizar a sus contrincantes fue toda una revolución. El título conseguido en el torneo Metropolitano de 1982 y sus particulares conocimientos tácticos reforzados en soporte de imágenes, lo llevaron a conducir la Selección Argentina. Con la mejor versión de Diego Maradona, la “albiceleste” se coronó en el Mundial de México ’86 y fue subcampeona en 1990. Si bien Bilardo importó metodologías desde otros deportes, la grieta que había zanjado hace cuatro décadas –cual Sócrates con la escritura en la antigüedad- sirvió para discutir ideas y madurar nuevas posturas frente a la aplicación de los modernos sistemas de grabación televisiva en el fútbol. Llevado a otro terreno, como McLuhan en la década del 60’…

Los discípulos de McLuhan, como Neil Postman –creador de la cátedra ‘Ecología de los Medios’ en los 70’- nos ayudaron a interpretar cómo los grandes descubrimientos científicos influyeron directamente en nuestra cultura, examinando la relación “ambiental” entre el hombre y aquellas herramientas. Primero fue el lenguaje, después el hallazgo del alfabeto y -más tarde-, con la invención de la imprenta de Gutemberg, hemos ido evolucionando hasta convertirnos en seres ampliamente sensatos. Los libros nos regalaron la lectura profunda y, como consecuencia, cambiamos la forma de escribir y de pensar. La humanidad progresó, la ciencia floreció y las naciones despidieron a un planeta que se había aferrado al feudalismo. También el calendario, la brújula y el reloj contribuyeron para transportarnos hacia una era industrial imparable, donde modificamos el comportamiento y nos convertimos en engranajes autómatas y reflexivos. Finalmente, la electricidad aceleró todo. Desde el telégrafo conquistamos la radio y luego la TV, pasando de la silenciosa sala de lectura al agitado living comedor. El tiempo se jerarquizó, las horas se encogieron a fracciones de segundos y la instantaneidad adoptó el carácter de nuestro accionar cotidiano. De pronto, ya no dependimos de una mesa o de un escritorio para manejar la computadora o navegar en Internet, y la necesidad de tener todo al alcance de la mano se hizo realidad con los teléfonos celulares inteligentes.

Antes de Bilardo, los entrenadores de fútbol utilizaban el pizarrón y cientos de hojas escritas para darles a conocer a sus jugadores las estrategias a emplear en un partido de fútbol. Además, tenían colaboradores que miraban el desempeño de otros equipos para descubrir falencias y virtudes que les fueran útiles en un próximo duelo. En los últimos años, la preparación se perfeccionó y los DVD empujaron a los videos al cadalso. Ahora, las imágenes en tres dimensiones, los programas específicos de estadísticas deportivas y las plataformas de datos coronan el nuevo racimo de dispositivos digitales para el alto rendimiento. 

Aunque los entrenadores aún garabatean pizarras y diagraman croquis a mano, los nuevos implementos técnicos desplazan silenciosamente a aquellos y nos están obligando a adecuarnos a sus “mensajes” o -como diría Postman- a sus “metáforas”. Precisamente, McLuhan y Postman estarían de acuerdo en algo: sería prácticamente imposible liberarnos de las tecnologías que nos rodean. 

Ayer fueron los videos de Bilardo. Hoy, el smartphone de Foyth.