sábado, 21 de marzo de 2020

El Coronavirus llegó para quedarse: el origen de la pandemia que revela una crisis mediática


El 2020 en China es el año de la rata. Este fugaz roedor es asociado comúnmente a las pestes y a las barbaries, pero no todos saben que además simboliza riqueza e inteligencia. La propagación arrasadora del COVID-19 obligó a la Organización Mundial de la Salud a declararlo pandemia y los gobiernos tomaron medidas drásticas que paralizaron la actividad económica del mundo y entumecieron los hábitos de la población. El cierre total de fronteras y la interrupción de las vías de comunicación colocaron al globo en una situación tan vulnerable como los efectos de la propia enfermedad.

Para tratar de comprender cómo el coronavirus germinó desde un "comercio" chino -o un laboratorio, agrego- para sitiar al planeta entero propongo hacerlo desde la Ecología de los Medios. Esta teoría o “filosofía mediática” considera que los medios de comunicación son extensiones del cuerpo humano y –a su vez- entiende que la interacción con esas herramientas crea ambientes o entornos sensoriales que alteran nuestras conductas. Así como el alfabeto, la imprenta y la computadora, los instrumentos de locomoción también funcionan a modo de prolongaciones corporales que promueven la evolución cultural de las civilizaciones.

Desde que se tienen registros, la propagación de las epidemias estuvo estrechamente vinculada al progreso tecnológico, siendo determinantes los factores tiempo y espacio. Históricamente, las enfermedades más impactantes han conquistado vastos territorios, irrumpiendo lenta o rápidamente, conforme la tecnología dominante de cada era. Pero la invención de la rueda -en el siglo V a. c.- cambió el paradigma de la movilidad terrestre al desplazar el paso humano con un elemento extra corpóreo.

El fin del feudalismo y la Revolución Industrial -imprenta mediante- posibilitaron la aglomeración de las poblaciones en las ciudades emergentes del siglo XVIII. Hasta ese momento, la expansión de las endemias era un proceso que duraba años, producto de los primitivos traslados terrestres y los interminables viajes embarcados. En el caso de la denominada “peste negra” o “bubónica” -que sacudió al universo conocido del siglo XIV y eliminó a un tercio de los habitantes europeos[1]- tardó casi doce meses en atravesar el continente asiático.

Sin embargo, la brutal mortandad estipuló cambios en el sistema productivo, en la estructura social, en la conciencia sanitaria y en la forma de ver el mundo: en principio, la carencia de servidumbre obligó a los señores feudales a contratar mano de obra –algo inusual en aquella época- y, a continuación, emergieron las nuevas ideas del Renacimiento que, entre otras cosas, darían lugar al avance mecánico para la agricultura industrializada[2]. En consecuencia, las pandemias más devastadoras han modificado costumbres y –muchas de ellas- valieron para “reducir el caos urbano y contrarrestar el contagio”[3].

En diciembre de 2019, los primeros casos del COVID-19 fueron descubiertos cerca de la feria mayorista de mariscos de Huanan, ubicada en la imponente ciudad de Wuhan. Allí se cree que mutó el brote originario del virus -conocido como SARS-CoV-, detectado en alguna especie de murciélago[4]. Sin adentrarnos en esta teoría todavía incierta, aquel mercado es gigantesco: ocupa 50.000 metros cuadrados y cuenta con más de mil puestos de venta de comida exótica. Localizado en el medio de la urbe, lo rodean cientos de edificios residenciales y otros tantos para uso comercial. Hace unas semanas, los medios de comunicación extranjeros denunciaron que el lugar apestaba por las condiciones "insalubres", donde coexistían animales vivos y muertos a centímetros de distancia[5].

Wuhan es el núcleo político, económico y cultural de la región central del país[6]. Precisamente, en la “Chicago China”[7] florece un polo de tránsito descomunal, con decenas de nuevas líneas de ferrocarriles y subterráneos y de amplias autopistas que enlazan a la nación entera. A la par, su aeropuerto internacional acarrea anualmente cerca de 15 millones de personas y despliega vuelos directos con Estados Unidos, Gran Bretaña, Turquía, Italia, Francia, Rusia, Emiratos Árabes, Corea del Sur, Australia, Japón, España -con conexión-, y todos los destinos del sureste asiático[8].

Simultáneamente, el componente cultural también aportó su cuota de peligro para agudizar el escenario: los festejos por el año nuevo, tanto el occidental (2020) como el chino (4718); dos acontecimientos multitudinarios que comenzaron a fines de diciembre y concluyeron a principios de febrero. La gran cantidad de ciudadanos que viajaron desde diversas ciudades de la tierra para las celebraciones –sumados a los que migraron internamente- ya habían servido de transmisores durante los preparativos. Un claro ejemplo fue la realización de un banquete para 40.000 familias -autorizado por el ayuntamiento- cuando China aún no había reconocido la infección entre individuos[9]. No obstante, las demás suspensiones no ayudaron a detener la propagación. 
Google Maps: mercado de Huanan,
rodeado de estaciones de trenes y metro


El dato significativo y relativo al transporte en Wuhan –donde se descubrió el coronavirus- son sus nuevas líneas de subterráneos, construidas en solo 15 veranos para conectar los tres distritos mayoritarios de la zona[10]. Esta obra colosal se inauguró en 2019, facilitando el movimiento doméstico de sus 11 millones de habitantes, entre ellos, los portadores del COVID-19. El mercado de Huanan está rodeado de estaciones de metro y ferrocarriles, arterias de redistribución elementales para la dispersión.  

Definitivamente, la velocidad de esparcimiento del nuevo virus está directamente encadenada con las experiencias vivenciadas en el mundo de hoy: durante 2019 se registró la mayor cantidad de vuelos diarios en la historia de la aviación, sobrepasando los 230.000 recorridos en un día[11] y duplicando el tráfico aéreo de hace apenas cinco años. Justamente, la migración universal y el auge del turismo transnacional –sumados a las nacientes actividades económicas y comerciales del milenio- son el resultado de una implosión cultural de los viajes aéreos a gran escala.

El hacinamiento y el tránsito masivo posibilitaron que el virus se expanda por toda la región central y sureste de China. La siguiente fase de “exportación” de la gripe mortal obedece al contexto cosmopolita e híper-conectado que nos gobierna y que fuera presagiado -hace medio siglo- por el “padre” de la Ecología de los Medios, el profesor Marshall McLuhan. El canadiense vaticinó en su Aldea Global[12] cómo la humanidad retornaría a los comportamientos tribales gracias a la conectividad instantánea establecida con los aparatos electrónicos, rompiendo las barreras temporales y espaciales que nos fraccionaron durante siglos.

De esta manera, el coronavirus fue aferrándose a los canales de transmisión que la actual era eléctrico-digital globalizada le ha ido ofreciendo con las vertiginosas herramientas que creamos. En ese sentido, y ante el surgimiento de un virus desconocido, el ambiente propicio para la infección generalizada abarcó tres dimensiones: el sanitario, del que carezco de conocimientos y es tema de científicos e infectólogos, el espacio físico, mediante las vías de transporte urbanas e internacionales, y el área virtual, con los nuevos métodos de comunicación que enlazan a la mitad de la población mundial y acercan a los individuos a través de las redes telemáticas[13]. Así, la distancia que antes existía entre los últimos dos espacios ahora es casi inexistente: “la movilidad informacional virtual tiene impactos directos sobre la movilidad física y sobre el lugar y el espacio donde opera, y viceversa” (Lemos, 2010)[14].

Bajo el concepto de la Aldea Global de McLuhan, el coronavirus provocó varias crisis en diversos aspectos. El derrumbe de las bolsas financieras del planeta se gestó con un efecto dominó tan contagioso como el propio microorganismo. En ese ecosistema, el espacio físico desaparece por el “cambio [de] coordenadas temporales y espaciales: me vuelvo al mismo tiempo ubicuo e instantáneo” (Quevedo, 2007)[15], acercando todo tipo de relaciones que se constituyan en ese único mundo. Por lo tanto, esta pandemia es un acontecimiento de movilidad y de conectividad.

La lucha contra la epidemia nos afectará durante cierto período que aún no podemos determinar. El panoptismo[16] obligatorio implicará la adaptación hacia nuevas prácticas y que, en realidad, no parecen tan novedosas porque comenzaron a vislumbrarse hace algunos años: “la crisis del coronavirus no cambió tanto los hábitos sino que profundizó tendencias ya arraigadas en la sociedad china; por ejemplo la compra en línea de todo tipo de productos, el consumo de contenidos audiovisuales en red o la omnipresente utilización de las aplicaciones móviles en todos los órdenes” (Scolari, 2020)[17]. Prácticamente, todas las relaciones - sociales, comerciales, de entretenimiento, laborales e incluso educativas- están momentáneamente limitadas y, aunque no serán terminantes, irán reacomodándose a un nuevo entorno más sedentario.

En efecto, la comprensión de los medios nos permite –en este caso- advertir cómo un virus descubierto en cierto mercado local -o donde sea que se gestó- termina impactando en todos los continentes. El desconocimiento generalizado -en los ámbitos científicos, de la medicina y de la sanidad- y la ausencia de una vacuna para detener el brote forzaron a los inexpertos gobiernos a intentar frenarlo con inmovilidad -hasta ahora el único escudo defensivo-, ya sea prohibiendo la circulación o cerrando el transporte público. No obstante, hay que remarcar que las primeras falencias -sobre todo de las autoridades chinas- fueron el encubrimiento y la negación del tema. La desinformación no impidió la circulación de personas y tampoco la redistribución de la enfermedad. 

Otra tarea que afrontará la ciencia será identificar el nacimiento del COVID-19, una mutación supuestamente de origen animal, pero que indiscutiblemente está vinculada con el accionar depredador del hombre.  El problema no es la rata o el murciélago, sino la relación que entabla la humanidad con la naturaleza, su cultura alimenticia y las pésimas tradiciones ambientales.

Santiago Figueredo - Periodista y
Licenciado en Comunicación.


Referencias


[1] Virgili, A. (19/02/2020). “La peste negra, la epidemia más mortífera”. National Geographic https://bit.ly/2J1HF2I
[2] Badia, F. (07/03/2020). “Cómo las epidemias han cambiado la historia de la humanidad”. La Vanguardia https://bit.ly/2J0ccxB
[3] Autores varios (12/04/2010). “Las epidemias están íntimamente relacionadas con el desarrollo humano”. Organización Médica Colegial de España https://bit.ly/2UgKHoQ
[4] Rivera, S. (13/02/2020). “Origen del coronavirus, un mercado de venta de mapaches, zorros y murciélagos para comer”. Los Angeles Times https://lat.ms/3b8NabG
[5] Campbell, C. (22/01/2020). “Here’s What It’s Like in Wuhan, the Chinese City at the Center of the Deadly Coronavirus Outbreak”. Time https://bit.ly/33yXZkA
[6] Hiufu Wong, M. (22/01/2020). “Así es Wuhan, la ciudad que está en el centro del brote de coronavirus”. CNN https://cnn.it/396J0Qd
[7] Jacob, M. (13/05/2012). “Chicago is all over the place”. Chicago Tribune https://bit.ly/3a4ENhn
[8] Vuelos desde Wuhan. FlightConnections.com https://bit.ly/3dd2lT3
[9] Bright, A. (16/02/2020). “Barrio de Wuhan se infectó de coronavirus después de que sus familias asistieron a banquete masivo”. La Gran Época https://bit.ly/3bdU2Ey
[10] Martín, R. (01/09/2019). “Increíble, en solo 15 años Wuhan conectó por Metro a sus tres distritos municipales”. Básquet Plus https://bit.ly/2x7eQPF
[11] ABC Viajar (29/07/2019). “Récord en la historia de la aviación: 230.000 vuelos en el mundo en un día”. ABC https://bit.ly/33vsxUo
[12] La Nación Revista. (28/11/1999). “McLuhan, el papá de la Aldea Global”. La Nación https://bit.ly/3b8Vbxi
[13] Nuevas tecnologías y de las telecomunicaciones. Término de Javier Echeverría en: Echeverría, J. (2002), Democracia y sociedad de la información. Espacios del saber. Buenos Aires. Ed. Paidós.
[14] Lemos, A. (2010), Cultura de la Movilidad. Buenos Aires. Ed. Manantial SRL.
[15] Quevedo, L. (2007), Portabilidad y Cuerpo. Buenos Aires. FLACSO.
[16] Concepto de Michael Foucault relativo al control social y a la disciplina del encierro en: Foucault, M. (1975), Vigilar y Castigar, Buenos Aires. Siglo XXI Ed.
[17] Scolari, C. (17/03/2020). “Coronavirus: El 11S de la Generación Z”. Perfil https://bit.ly/3b8zqh9
Imagen de portada: https://www.freepik.es/

jueves, 13 de febrero de 2020

Understanding Media: comprendiendo el fenómeno del freestyle rap


El freestyle emergió como una expresión cultural juvenil; un ritual artístico de grupos de adolescentes hechizados por el rap y el hip hop latino. Rápidamente, y a través de las plataformas digitales -como YouTube y Spotify-, este fenómeno se volvió viral, hasta alcanzar su masificación. Así la cultura popular del “rap estilo libre” fue abducida por la sociedad de consumidores

Las “Batallas de Gallos” son una actividad artístico-musical basada en la improvisación y construida desde la rima, donde dos adversarios disputan sus virtudes orales. En el freestyle no hay letras compuestas o escritas con anterioridad porque todo se improvisa en el momento [1]. El ejercicio cognitivo de esta disciplina se podría vincular con el pasado, puntualmente, desde los orígenes de las grandes civilizaciones primitivas cuando la escritura aún no había sido descubierta. Ahora, ¿por qué surgió recientemente? La primera respuesta nos la entrega –nuevamente- Marshall McLuhan y está vinculada a las costumbres que adoptamos cuando nos relacionamos con las tecnologías que nos rodean.

El filósofo canadiense sostenía –hace décadas- que con la llegada de una nueva era de la información “estamos saliendo de la edad de lo visual y entrando en la edad de lo auditivo y lo táctil”. Auguraba una “segunda etapa de la oralidad”, producto de una “implosión eléctrica” que “devolverá al hombre visual a los patrones tribales y orales” del pasado [2]. Los instrumentos de la actual era eléctrica de McLuhan –sobre todo las tablets y los teléfonos celulares- son vehículos que transportan experiencias sensoriales que esperan ser “cazadas” por los consumidores de la red. Esas experiencias también contienen hábitos de competitividad y contenido ideológico.

Como hemos dicho en el artículo anterior, plataformas digitales como YouTube condujeron a la transformación de la cultura popular de las batallas de los gallos hacia la sociedad de consumo. En referencia a esto, Muphasa –el creador de El Quinto Escalón, la competencia que masificó al freestyle- sostiene que “la gente que habita en las plataformas tuvo casi todo que ver con el fenómeno. La movida de las redes fue la punta de lanza para que el crecimiento sea posible. Hoy en día, cualquier disciplina que se transforma en global o social siempre viene de la mano de un vehículo, de un mensaje determinado que es transportado masivamente. En nuestro caso, fue necesario mucho trabajo en YouTube y en Facebook, al comienzo, y después otro tanto con Twitter e Instagram”.

La reiteración de imágenes en la visualización de los videos genera que los espectadores adopten conductas inspiradas en lo que ven. Por ello, ya sea a modo de inspiración, de copia o de aprendizaje, o mediante estrategias publicitarias, la audiencia recurre a la experiencia de mirar los videos -en este caso utilizando la plataforma YouTube- para pertenecer a una subcultura identificadora.

En relación a ello, McLuhan consideraba que “cuando un medio se convierte en instrumento de experiencia en profundidad, dejan de regir las antiguas categorías de ‘clásico’ y ‘popular’ o ‘culto’ y ‘vulgar’”. Asimismo, y refiriéndose directamente al género musical, decía que con la experiencia en profundidad, “se pierden las inhibiciones respecto a lo ‘culto’” y “la gente se vuelve loca por la cultura popular” [3]. Durante su apogeo, el freestyle atravesó por este proceso una vez que se transformó definitivamente en un evento masivo.

En nuestra era, tanto en Internet como fuera de ella, la capacidad de creación se ve capturada sistemáticamente desde el mercado, convirtiéndose en el “combustible de lujo del capitalismo contemporáneo” [4]. Justamente, Gilles Deleuze describió un régimen de este ejemplo apoyado en las tecnologías electrónicas y digitales: “Una organización social basada en el capitalismo de la actualidad, donde rigen la sobreproducción y el exceso de consumo, el marketing y la publicidad, los servicios y los flujos financieros globales. Y también la creatividad estimulada, ‘democratizada’ y recompensada en términos monetarios” [5].

Por su parte, Michel Maffesoli ayuda a comprender el acontecimiento de las batallas de gallos bajo las formas contemporáneas de la vida social de estos tiempos, donde la cultura de masas se redefine como un nuevo tribalismo en la aldea global de la comunicación electrónica. Maffesoli  también distinguió una nueva oralidad en la vida diaria en medio de un caos de microgrupos que él denomina tribus. Esas tribus “están determinadas por formas de sentimiento que rechazan las lógicas de la identidad”, vinculando “a las personas y dejándolas ser” y permitiendo el “deseo de cambiar de compañeros y asociaciones” [6].

Apoyándonos en las creencias de McLuhan y Maffesoli, y para intentar descubrir los fundamentos fenomenológicos [7] del freestyle, hay que retroceder algunos siglos y situarnos en el tiempo de las culturas orales primarias, que carecían del conocimiento de la escritura. Aquellas culturas formalizaban el ejercicio del pensamiento en base a la memoria; es decir que el proceso cognitivo debía seguir las pautas mnemotécnicas formuladas para la inmediata repetición oral [8]. Si nos detenemos en la manera de expresión que aquí estudiamos, y retomando al concepto de McLuhan que sugería que atravesamos una segunda oralidad, podríamos esbozar que el freestyle recupera aquellos procedimientos mentales de las culturas orales; sobre todo porque –a diferencia de los géneros musicales tradicionales- no utiliza repertorios ni letras previamente escritas.

Si bien el freestyle-rap se crea espontáneamente, la rima es su principal virtud poética; un valor rescatado desde aquellas culturas orales primarias. Al respecto, Walter Ong afirmaba que aquel era un “pensamiento extenso en bases orales” y que “tiende a ser sumamente rítmico, pues el ritmo ayuda a la memoria”. Según sus estudios en Oralidad y Escritura: Tecnologías de la palabra, “el pensamiento debe originarse según pautas equilibradas e intensamente rítmicas, con repeticiones o antítesis, alteraciones y asonancias, expresiones calificativas y de tipo formulario (fórmulas), marcos temáticos comunes, proverbios que todo el mundo escuche constantemente, de manera que vengan a la mente con facilidad” [9]. Estas características de la oralidad y los ejercicios cognitivos descriptos son utilizados por los participantes en Las Batallas de Gallos.

En consecuencia, este nuevo período de implosión oral [10] ha permitido la expansión de nuevas culturas populares, como el freestyle. En relación a ello, Manuel Jofré –profesor de la Universidad de Chile- nos aporta que “Derrick de Kerkhove [11] señalaba que la nueva tecnología afecta el rango, el contenido y la distribución del conocimiento (…) e insiste en que la pantalla es una extensión cognitiva, un procesador de información”. Por lo tanto, “la extensión de los procesos cognitivos fuera de la mente humana afecta a todos los campos del saber humano. En la era digital, prevista por lo electrónico, la formación del conocimiento pasa por la hipertextualidad, los mensajes de texto, el comercio electrónico y la banda ancha” [12].

La tecnología fue una piedra fundacional parar la expansión del rap y del hip-hop originario, surgido en los barrios de Harlem y Bronx en la década del ’70. Al igual que el freestyle de hoy, aquellos estilos emergieron gracias a una ruptura mediática producto de un avance tecnológico, cuando “la música comenzó a ser trasladable con la invención de los minicomponentes”, describe el profesor Luis A. Quevedo. Así, el rap se transformó en un género callejero “que conquistó el espacio público (...), creando una comunidad de sentido y pertenencia entre los jóvenes” [13], finalizó el autor de Portabilidad y Cuerpo.

La irrupción del freestyle en estos últimos tiempos está más ligada al momento en que vivimos y en cómo nos desempeñamos con las tecnologías que nos rodean, tal como nos advirtió Marshall McLuhan hace más de 40 años: “estamos saliendo de la edad de lo visual y entrando en la edad de lo auditivo y lo táctil”. Auguraba una “segunda etapa de la oralidad”, producto de una “implosión eléctrica” que “devolverá al hombre visual a los patrones tribales y orales” del pasado [14]. Los instrumentos de la actual era eléctrica descrita por McLuhan en Understanding Media: The Extensions of Man [15] –sobre todo tablets y teléfonos celulares- son vehículos que transportan experiencias sensoriales que esperan ser “cazadas” por los consumidores de la red. Esas experiencias también contienen hábitos de competitividad y contenido ideológico. 

En tanto, André Lemos amplía la idea que se revela con la utilización de los elementos tecnológicos de hoy: “la comunicación implica movimiento de información y movimiento social; salida de sí mismo en el diálogo con el otro y flujo de mensajes cargados por diversos soportes” [16]. El autor asegura también que “con la actual fase de las computadoras ubicuas, portátiles y móviles estamos en una movilidad ‘ampliada’ que potencia las dimensiones física e informacional” [17].  A raíz de estos pensamientos, la empresa Proyección Consultores realizó una encuesta que refleja que -en Argentina- las principales fuentes de información son los medios digitales, alcanzando el 50% de los medios de comunicación de masas, sumando diarios digitales, portales y redes sociales. En tanto, la televisión registra el 30% de las fuentes primarias. 

Precisamente, podemos afirmar que los jóvenes de hoy -mediante sus prácticas cotidianas y el uso que le dan a la tecnología- son quienes permiten la penetración de este tipo de cultura popular en el mercado, ya que, como dice Paula Sibilia en El show del yo: “Estamos ante una verdadera ‘explosión de productividad e innovación’ (...), aunque por otro lado, tanto en internet como fuera de ella, la capacidad de creación se ve capturada sistemáticamente por el mercado que atiza las fuerzas vitales y las transforma en mercancía” [18]

El desarrollo del freestyle procedió bajo una táctica de expansión muy particular de estos tiempos, introduciéndose en los celulares, computadoras y tablets de las juventudes, mediante las principales redes y plataformas del ciberespacio. Lo que comenzó como una expresión subcultural culminó masificándose gracias a la tecnología, sin distinción de clases. Como sostiene Luis Alberto Quevedo- los dispositivos “tienen una enorme capacidad de producir transversalidad en todos los segmentos socioculturales, etarios y de ingresos. Atraviesan cualquier pirámide social de distribución que seamos capaces de armar” [19]. En la misma sintonía, Bauman asegura que “el consumo como vocación es un derecho humano universal que no admite excepciones. En este sentido, la sociedad de consumidores no reconoce diferencias de edad o género ni reconoce distinciones de clase” [20].

Las novedosas Batallas de Gallos evolucionaron rápidamente y en poco tiempo pasaron de las plazas de los barrios a los grandes estadios. Ya no son las mismas expresiones que en sus comienzos. Y tampoco circulan por los canales tradicionales de información porque ahora “son promocionadas únicamente en los medios digitales y prácticamente no utilizan publicidad regular” [21]. Así se explica el auge de un fenómeno promovido desde las herramientas de la web 2.0 y que es captado –preferentemente- por adolescentes y pre-adolescentes consumistas, creativos, competitivos y sumamente encriptados en la segunda oralidad que anticipó McLuhan. SF


Citas y Fuentes:


[1] Freestyle: Historia y Origen de las Batallas (2016, 16 de julio). Batallas Freestyle. http://cort.as/-ThI5
[2] Marshall McLuhan. “Comprender los Medios de Comunicación”. (1996. Paidós). Páginas 10, 71, 291.
[3] Marshall McLuhan. “Comprender los Medios de Comunicación”. (1996. Paidós). Páginas 10, 71, 291.
[4] Sibilia, P. (2008). La intimidad como espectáculo. (pp. 13). Buenos Aires: Fondo de cultura económica.
[5] Sibilia, P. (2008). La intimidad como espectáculo. (pp. 21-22). Buenos Aires: Fondo de cultura económica
[6] Michel Maffesoli. “El tiempo de las Tribus”. (1988. Icaria Editorial). Páginas 29, 48-49 y 62.
[7] La fenomenología es una corriente idealista subjetiva dentro de la filosofía que se propone el estudio y la descripción de los fenómenos de la conciencia. https://n9.cl/kwlo
[8] Walter Ong. “Psicodonámicas de la Oralidad”. Oralidad y Escritura (1987. Fondo de Cultura Económica). Página 41.
[9] Walter Ong. “Psicodonámicas de la Oralidad”. Oralidad y Escritura (1987. Fondo de Cultura Económica). Página 41.
[10] Término de McLuhan.
[11] Derrick de Kerckhove es un sociólogo belga nacionalizado canadiense y Director del Programa McLuhan en Cultura y Tecnología.
[12] Manuel Jofré (2007). “McLuhan y la modulación del futuro”. Cyber Humanitatis. https://n9.cl/rb4d
[13] Quevedo, L. A. (2007). Portabilidad y Cuerpo. En Seminario sobre Desarrollo Económico, Desarrollo Social y Comunicaciones Móviles en América Latina, (pp. 5). Buenos Aires: FLACSO.
[14] McLuhan, M. (1996). Comprender los Medios de Comunicación. (pp. 10-71-291). Barcelona: Paidós.
[15] McLuhan, M. (1996). Comprender los Medios de Comunicación. (pp. 10-71-291). Barcelona: Paidós.
[16] Lemos, A. (2010). Cultura de la movilidad. En Beiguelman, G. y La Ferla, J. (eds.), Nomadismos Tecnológicos. Dispositivos móviles. Usos masivos y prácticas artísticas, (pp. 1-2). Buenos Aires: Ariel.
[17] Lemos, A. (2010). Cultura de la movilidad. En Beiguelman, G. y La Ferla, J. (eds.), Nomadismos Tecnológicos. Dispositivos móviles. Usos masivos y prácticas artísticas, (pp. 2). Buenos Aires: Ariel.
[18] Sibilia, P. (2008). La intimidad como espectáculo. (pp. 13). Buenos Aires: Fondo de cultura económica.
[19] Quevedo, L.A. (2007) Portabilidad y Cuerpo. En Seminario sobre Desarrollo Económico, Desarrollo Social y Comunicaciones Móviles en América Latina, (pp. 12). Buenos Aires: FLACSO.
[20] Bauman, Z. (2007). Vida de consumo. (pp. 81 ). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
[21] Hernán Russo (2019, 27 de julio). “Mundo freestyle, una pasión entre los más jóvenes: del under a ser reyes del streaming”. Clarín. https://n9.cl/t33v5


martes, 17 de diciembre de 2019

El fenómeno de las Batallas de los Gallos: breve historia del freestyle en Argentina


redbullbatalladelosgallos.com
En los últimos años, miles de jóvenes empezaron a participar de las "Batallas de los Gallos", una competencia de freestyle rap que consiste en la confrontación entre dos improvisadores que deben demostrar quién rapea mejor en base a sus rimas predominantes. El enfrentamiento de habla hispana más conocido a nivel mundial es -hoy en día- el patrocinado por la empresa Red-Bull, la cual realiza su difusión en toda Latinoamérica y España. Esta nueva disciplina combina valores culturales provenientes de la música y la expresión, pero adopta una concepción deportiva en sus formas de disputa. 

En Argentina, las batallas de gallos comenzaron a gestarse de manera amateur a principios del siglo XXI en diferentes plazas del conurbano y de la Ciudad de Buenos Aires, sentando base principalmente en el Parque Rivadavia. En aquel entonces, pocos eran los jóvenes que se acercaban a observar y a participar. Sin embargo, a partir del 2012 la cantidad de espectadores aumentó gracias a la competencia denominada “El Quinto Escalón”, impulsora del freestyle en nuestro país. Luego, a través de plataformas digitales como YouTube y Spotify este fenómeno se volvió viral y masivo. Desde entonces, la marca de energizantes decidió auspiciar el certamen para agregarle nombre propio y así atraer una audiencia mayor.

       El origen: Rapeando en New York

Para encontrar la raíz del freestyle hay que viajar en el tiempo a la costa este de Estados Unidos, donde el rap y el hip-hop hicieron mella durante la década del ’80 [1]. El rap es una de las vertientes del género denominado hip-hop que incorpora rima, habla rítmica y jerga y que se interpreta o se canta en una variedad de formas. La cultura del hip-hop surgió en los barrios bajos de New York, como el Bronx y Harlem, entre jóvenes afroamericanos y puertorriqueños descontentos con las políticas que los marginaban de la sociedad. Es por ello que el contenido de su música y el desarrollo artístico eran vehículos que canalizaban la rebeldía en contra de las desigualdades, y que proponía reflexionar acerca de las penurias que se vivían en aquellas áreas urbanas [2].

El freestyle rap es una rama que derivó del hip-hop y consiste -básicamente- en una forma totalmente improvisada de rapear, rimando palabras de forma fluida y siguiendo un ritmo específico. El carácter espontáneo le dio origen al nombre –estilo libre- y el contenido carece de censuras ya que los intérpretes pueden decir lo que quieran en su construcción poética[3].

Con los años, el hip-hop surgido en los suburbios de New York fue adoptando diversas bifurcaciones y, en su rama latina, los puertorriqueños de Harlem se encargaron de trasladar el ritmo a su isla natal, donde se resignificó el estilo. Hacia fines de la década del ‘90, Puerto Rico emergía como una superpotencia de la música urbana global con el reggaetón –derivación del reagge con características del hip-hop- [4], y que nació de un intercambio cultural a todo nivel con Panamá, otro estado históricamente vinculado con Estados Unidos [5]. En el reggaetón puertorriqueño, los intérpretes recitan las letras de las canciones y -al igual que el freestyle rap- la influencia del hip-hop prevalece en su estructura.

       El hip-hop en Argentina

En Argentina, hubo varias oleadas que incursionaron en el rap y el hip-hop. La primera, pisando los ’90, de la mano de los artistas “Roma”, “My Disck”, “Jazzy Mel” y “Dj Hollywood”, que sesgaban una forma más pop. Culminando el Siglo XX, aparecieron bandas que impulsaron expresiones más comprometidas con las demandas sociales emergentes, donde muchos grupos –de distintos géneros musicales- prosperaron con la composición de letras que atacaban al poder político-económico establecido, como “Actitud María Marta” y “Fuerte Apache” [6]. Paralelamente, surgió “Illya Kuryaki and the Valderramas”, que si bien adopta varios estilos, posee gran influjo de hip-hop, aunque sus canciones esquivaban el reclamo popular urbano.

Unos años después -tras la crisis de 2001- se afianzaron determinados cambios en los valores culturales que se habían quebrado durante la década anterior. Las expresiones artísticas fueron más pujantes, con protestas surgidas desde los sectores marginales y, sobre todo, reflejando el sentir de aquellos jóvenes que aspiraban a cambiar la realidad. Así, irrumpieron algunos pequeños grupos de adolescentes que se congregaban en las plazas para manifestarse y alcanzar cierto reconocimiento [7]. Previamente al inicio de la actual marea freestyle, en 2005, el artista argentino “Frescolate” se coronó campeón internacional de la primera Batalla de los Gallos organizada por Red Bull. El artista local inspiró a muchos jóvenes en la práctica del estilo libre e infundió valor a otros que todavía no se animaban a salir del rol de espectadores callejeros [8]. Estos artistas urbanos, que deambulaban bajo una órbita under,  solo necesitaban un impulso…

       Batallas de Gallos

Las primeras batallas de gallos nacieron en el conurbano bonaerense y en algunos sectores de la provincia de Córdoba. Rápidamente, trascendieron hasta las plazas y los parques de la Ciudad de Buenos Aires, pero nadie duda en considerar que la estación de trenes de Claypole fue la piedra fundadora de esta nueva expresión. Allí, en 2010, se celebraba la Halabalusa Underground, un certamen modestamente organizado que empezó a absorber los pequeños encuentros improvisados. Esta competencia creció y adquirió la identidad necesaria para replicarse a otros lugares [9]. Las batallas de freestyle rap consisten en una lucha dialéctica entre dos improvisadores -también denominados MC’s- que compiten por demostrar quien se destaca rapeando y utilizando las mejores rimas.

Algunos de estos desafíos surgidos en el conurbano tenían cierta carga de agresividad verbal –sin violencia física- por los contenidos enunciados, producto de rivalidades barriales o tribales o de las diferencias que los competidores mismos exageraban para alimentar la provocación dialéctica. Ese tipo de prácticas apenas servía para una próxima devolución y también generaban risas en los espectadores. No obstante, eso fue cambiando cuando la experiencia brotó en la Capital. Apenas dos años más tarde del nacimiento de la Halabalusa Underground, los jóvenes porteños que habían participado en aquellos torneos sintieron la necesidad de realizar algo similar, pero cerca de sus barrios y buscando reducir el tono agresivo de las rapeadas.

Así fue cómo emergió “El Quinto Escalón”, la competencia de freestyle desarrollada en el Parque Rivadavia que congregó a una multitud de espectadores y de participantes y que fue predecesora de las Batallas de Red Bull. “Muphasa”, su organizador fue muy claro: “planeamos que los chicos hablen de sus vivencias, pero sin ataques[10].

Las batallas explotaron cuando  la actividad empezó a difundirse a través de plataformas digitales como YouTube y Spotify, convirtiéndolo en un fenómeno masivo. Fue a partir de allí, y rememorando la experiencia del veterano “Frescolate” en Puerto Rico, que la marca de energizantes Red Bull decidió establecer un torneo nacional representativo y así sumarlo al circuito Latinoamericano de las Batallas de los Gallos [11].

A medida que los combates fueron perfeccionándose y -sobre todo- desde la “panoptización” [12] de los certámenes en estadios y en grandes campos, los organizadores probaron diversas modalidades de competición, modificando las formas de disputa. Si bien, los participantes debían mantener la estructura de los cuatro versos uniendo palabras inconexas, en estos torneos se empezaron a utilizar elementos tecnológicos –como las pantallas gigantes- que sirven, entre otras cosas, para implementar algunas de las consignas previas a cada disputa. 

En la próxima entrega, abordaré cómo influyó el uso de la tecnología en la expansión masiva del freestyle. SF



[1][3] Freestyle: Historia y Origen de las Batallas (2016, 16 de julio). Batallas Freestyle. http://cort.as/-ThI5
[2] Austin McCoy (2017, septiembre). Música Rap. American History. Oxford Research Encyclopedias. http://cort.as/-ThIx
[4] Música de Puerto Rico. Wikipedia, La enciclopedia libre. Código: Q427183. Fecha de consulta 22/10/2019.  http://cort.as/-ThJc
[5] Reguetón. Wikipedia, La enciclopedia libre. Código: Q202930. Fecha de consulta 22/10/2019.
http://cort.as/-EpP9
[6] Puchy Grafitero (2016, 31 de agosto). El conurbano, cuna del Hip Hop argentino. La Izquierda Diario. http://cort.as/-ThKy
[7][9] ‘Halabalusa Underground’, un movimiento cultural a orillas de la estación de Claypole (2012, 27 de abril). Entre Calles y Andenes. http://cort.as/-ThLp 
[8] Lucas González (2017, 16 de noviembre). Frescolate: “hay bastantes competidores con mucho talento”. El Bondi. http://cort.as/-ThMN
[10] Romina Blasucci (2014, 20 de noviembre). “Queremos que el rap sea nacional”. Página 12. 
[11] Juan Ortelli (2016, 21 de abril). Puerto Rico 2005: La primera final. Red Bull Batalla de Los Gallos. http://cort.as/-Tk5R
[12] Panoptismo. Concepto de Michael Foucault. “Vigilar y Castigar”. (1986. Siglo XXI Ed. Madrid). Capítulo III.